sábado, 31 de octubre de 2009

cuento de la dama de negro

viene de la entrega anterior

... era Buey de tierra. Perfecto, el Buey y la Serpiente hacen buena pareja La mujer Buey admira la astucia y la sabiduría del hombre Serpiente, y este hombre disfruta de su fuerza, protección y confort. Suelen decir que ambos se aman con desinterés, pero en este caso el desinterés brilla por su ausencia. Lo que hay es interés, puro y despiadado interés.

--Suelo mantenerme al margen de todo tipo de estrés y crisis psíquicas --dijo, en el chat--. No quiero que nada ni nadie rompa mi estabilidad anímica... ¿Cual es su precio?

--¿Precio de joven de 27 años o de hombre de 50.

--Muy gracioso, pero el humor no es lo mío. Por favor, compórtese con seriedad.

--El precio depende del servicio, ya hablaremos de la minuta después del trabajo...

Le pareció bien, y ahora estoy en un cíber de Madrid, que atienden dos colombianos, en un barrio elegante, a menos de cien metros de su mansión. He recabado en Internet todo lo que he podido sobre su vida y milagros. El escritor Ernesto Sábato aplicó, a casos como este, el termino de causalidad cósmica. Yo prefiero no romperme la cabeza, y lo dejo en simple casualidad mundana. Y pienso que ya es hora, soldado, de salir de la trinchera y atacar. A bayoneta calada.

1 comentario:

Ramón Herar dijo...

MEJORA A LA LICITACIÓN CULTURAL DEL MOMENTO:

Estoy con Ai Wei Wei o el arte de poner el dedo del corazón en alto. En su elocuente serie “Study of perspective” Wei Wei nos enseña la virtud de la irreverencia, la tremenda liberación simbólica que nos otorga el atrevernos a levantar un dedo tan sensible ante los iconos de poder del mundo. Y es que no hay poder sin aura, ya lo planteaba Benjamin en una lectura todavía demasiado romántica del arte, pero también en la arena política, si no, que se lo pregunten al capital simbólico de Bourdieu o a los repertorios disciplinarios y sus consecuentes efectos de verdad de Foucault. Sin embargo, todavía con más razón se da en ese engendro llamado política cultural, que no es sólo una combinación de ambos campos, retroalimentándose, sino más una extensión del primero (la política) con el barniz del segundo (la cultura). A Campanilla no le gusta que en el programa se hable de tales temas, menos aún cuando la cosa va de nacionalismo, a no ser (creo yo) que la cosa se aborde más poéticamente. Bueno, se hará lo que se pueda, por lo menos por mi parte, aunque conste que el poeta es Jesús. Pero volviendo al caso de la política cultural, y el otro día hablábamos del TEA, cine Víctor, Auditorio, plaza de España, bibliotecas, etc. Podemos estar con José María y deleitarnos en la modernidad del “nuevo” Santa Cruz, al modo del buen flâneur, porque de hecho está para eso, para seguir viéndonos en el carro de la modernidad, a la altura de las grandes ciudades europeas, con el glamour de las obras de sus grandes arquitectos: los Calatraba, Herzog, Perrault, etc. Mientras, los negocios se van cociendo a su sombra, bajo el aura, bajo el “fulgor”, de la construcción como arte (la palabreja ya hay que debérsela a Juan Royo). No no, si no está mal, pero a qué precio pregunté yo ¿Podemos realmente permitirnos ese dispendio? Para los del trapicheo presupuestario y para los disfrutadores más estéticos de la modernidad, desde luego que sí. Pero la manta es la que es y si tiramos para arriba, para liarnos la cabeza con ella (que se suele decir) los pies se nos quedarán fríos. La discusión se acalora por momentos y Jesús, en un alarde de sabiduría, explota diciendo “¡No no, no hablemos más de cultura! Y yo me acordé de aquella frase de Goebbels diciendo ¡Cuando oigo la palabra cultura meto mano a la pistola! Cultura, ay, qué señorita más vilipendiada. Por eso, de vez en cuando, yo me apunto al arte (también moderno) de Wei Wei. No sé si finalmente servirá de algo más que de gesto antiaurático o para concebir, todavía, otra clase de cultura o de política cultural. Desde luego, nos saldrá mucho más barato que otros gestos, en la sana idea de vivir sin dejar de imaginar nuevos mundos posibles.

NOTA: No puedo adjuntar las
reveladoras imágenes de Wei Wei (el blog no me deja), pero a quien interese, la socorrida opción de google siempre nos puede servir.