miércoles, 14 de octubre de 2009

Icod

Hacienda puede esperar. Me hará pagar la espera, pero eso son las normales venganzas de las señoras rechazadas, y si no, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo. Pero lo importante es el vino. El vino es el alma del mundo, no el dinero. El dinero es el alma de los dinosaurios, pero mientras el buen vino fluya sobre esta tierra, los dinosaurios serán una especie a extinguir, y espero que a ningún ecologista de mierda se le ocurra declararla especie protegida.
Así que a Icod, a trasegar el vino. Mi primo y mi padre hablando de fútbol todo el viaje. Tanto odio a Cristiano que el pobre hombre empieza a caerme bien. Paramos en San Juan de la Rambla.
--¿Cómo era esa canción qué dice "a San Juan de la Rambla / yo vine una noche"...? --pregunta mi padre.
El bar donde el viejo solía tomar la parra está cerrado.
--A este le entró la cochina.
El bar de al lado sí está abierto. Hojeo La Opinión, Paco Pomares está cogiendo soltura y clarividencia.
--Primo --pregunta mi primo--, ¿cómo está pintado ese cuadro que está ahí?
Seguimos el viaje. Añoro los viejos tiempos de la juventud en que yo sabía transmitir el paisaje y la atmósfera, el origen secreto de la tierra que nutre, pero aún conservo los naipes y el tablero donde otrora expresé el extasis y la plenitud de Santa Bárbara.
Regresamos a San Andrés, después del trasiego, y quedo con Marcelino.
--Sigues oyendo todo al revés --dice--. Lizundia el martes no ganó por puntos sino por Kao.
En fin, ya tengo que irme a acostar. Mañana toca vendimia en La Orotava. Queda en el tintero la defensa de Marcelino al presidente venezolano, en contraste con el ataque de Lizundia ayer en Diario de Avisos. Queda en el tintero cómo Marcelino y yo descubrimos quién era Campanilla y fuimos a visitarla. Me recomendó que fuera a ver Agora. El viernes, a lo mejor. Queda también en el tintero el libro que recomendó Lizundia el otro día en su blog, de un semiótico francés donde defiende que la mística de Loyola, la pornografía de Sade y la política de Fourier están cortada por la misma tijera. Le faltó al semiótico San Andrés, que tiene una ritualidad que hubiese admirado a Loyola, Sade y Fourier. Todo esto, Dios mediante, después de la vendimia.

1 comentario:

5181553 dijo...

Brindad a mi salud, ya que me pierdo el vino