sábado, 21 de noviembre de 2009

querido diario

Querido diario, como tú eres el único que me oye y me comprende, a ti te digo mis pesquizas del alma y del mundo. En el mundo, predomina la palabra ALAKRANA. Me gustaría saber quién le puso el nombre al barco. Las historias de barcos tienen algo que no tienen las de tierra adentro, tienen algo así como Haidur en Lanzarote. Tres barcos célebres son los que primero acuden a la memoria. Titanic, Santa María y Alakrana. El hundimiento del Titanic, víctima de un iceberg; el secuestro del Santa María, y el abordaje del Alakrana. Si pudiera, si fuese hombre cabal, viajaría ahora a Lanzarote y me pondría en huelga de hambre junto a esa mujer. Tal vez las causas necesiten mártires, pero más que nada necesitan héroes. Nombres que sean como flor de loto. Ghandi por ejemplo. A quien nombra mucho el Gran Editorialista. Esto lo salva, porque tal declamador de las editoriales de El Día, se gana el perdón sólo con nombrar a Ghandi, aunque rara vez nombra a Nicolás Estévanez, el padre de la Independencia canaria, poeta y general, que enseñó (quiero imaginarlo) a Secundino Delgado que la sangre ni importaba si era goda, judía o aborigen, que lo que importa es el espíritu, y nuestro espiritu es isleño, como estas isleñas rocas. Del poeta se río el filósofo Unamuno, sin conocer la poesía satírica, decisiva como un balazo, que Nicolás Estévanez escribió cuando estuvo en Asturias. Porque conocí esa su poesía asturiana, sé que Nicolás hubiese tumbado a Miguel, con dos versos contundentes. La poesía es una diosa que no deja que cualquier papafrita le toque el coño. Mmm, el coño de una diosa, quién pudiera. Un filósofo no es nada al lado de un poeta, eso es lo único que tengo claro. El filósofo sabe una parte y el poeta lo sabe todo, es un sabelotodo. Cuidado con los poetas. Pero de vez en cuando surge alguno que redime a todos los demás. Manuel Machado y Miguel Hernández redimen a Lorca y a Alberti. Alonso Quesada, de Las Palmas de Canaria, redime a todos los demás poetas canarios. Pero ni Alonso Quesada ha tumbado la endecha a la muerte de Guillén Piraza, murió en La Palma, no eres Palma, eres retama..., ni el general Estévanez tampoco. Si yo recordara esos versos que escribió Nicolás Estévanez en Asturias, sería capaz de tumbar a la endecha. Pero no los recuerdo. Recuerdo su contundencia. Su contundencia para tumbar al contrario con una palabra que era un puñetazo. Y ahora se me fue el santo al cielo, querido Diario, deséame buenas noches y que sueñe con Anghel.

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