domingo, 6 de diciembre de 2009

prueba acartonada (y 5)

El padre de Fernandito descansa en paz. Yo lo recuerdo porque es un personaje clave en mi novela del gigoló. En esa novela el padre de Fernin está vivo. Pero en el tanatorio, estaba muerto. Fui con Beba, como dije, y allí vi a Manolo, al Wary, a Orlando Cova... y después de hablar con Dios, regresamos a San Andrés.
Me aburre ahora hablar del asunto de El Día, pero lo prometido es deuda, dicen. Concepción, el presidente de MP (Movimiento Patriótico), declara que don José Rodríguez, director de El Día, no es enemigo de Las Palmas. Menos mal, porque si fuera enemigo, haría con la isla de enfrente lo que yo quisiera hacer con el auditorio de Calatrava. Dinamitarlo. Embellecerlo, africanizarlo. Convertirlo en blanco de operaciones bélicas militares.
A mí, de los humanos no me importan sus ideas. Las ideas están ahí, en uno o en otro, como las garrapatas tras las orejas de Thor, o las cucarachas en las gavetas del mueble del pasillo, frente a la reservada habitación de mi sobrino Mundi. Las ideas aleatoriamente tienen que ver con las personas, pero están en ellas. Las que asedian a don José Rodríguez me recuerdan a los liliputienses, no guerra contra España, de la cual admira su Ejército, su Policía, su Rey y su Franco, sino guerra civil contra Gran Canaria, a la cual isla quiere cambiarle el nombre. Atacar el nombre de algo o de alguien es el a del abc de cualquier hijoputa mosca cojonera. Cada cual tiene el nombre que le da la gana, y quien no acepta ese nombre es enemigo. Don José Rodríguez no es enemigo de España. El independentismo de El Día es una mezquina pantomima. Don José Rodríguez es enemigo de Canaria. Y a mí me importa un carajo de quien sea enemigo don José Rodríguez. A don José una vez lo vi en La Rambla (Santacruz) y me pareció un hombre digno de ser mi amigo. No eligo a mis amigos por sus ideas políticas, filosóficas o religiosas. Los eligo por algo así como un gesto imperceptible. Ese gesto lo tenía don José Rodríguez esa noche en La Rambla. Lo vi merecedor de mi amistad. Eso lo honra.
Y ahora, sin acabar el cuento como yo hubiera querido, dejo aquí el último capítulo, pues el miércoles próximo viajo a España. Este martes no creo que haya programa en Tijuana, es fiesta, y el próximo espero oír a Jose María, a Juan, a Ramón y a Anghel desde el reino de Navarra. Así sea, y buena suerte, amigos míos.

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