jueves, 14 de enero de 2010

gramola

Noche mágica, si cabe la palabra. La Gramola, mereció la pena. Y Lizundia se solidarizó con el poeta palestino. Que lo cuente él. Luego vimos a Javier (o mejor dicho, Pedro, o peor dicho, Concho), el hombre que en los tiempos de los ramblos laureles me despertó el ánimo independentista. No se entedió con Lizundia, pero mucho queda por andar en esta carrera. Venezuela en el telón de fondo. De Venezuela sólo recuerdo las cartas de mí tío Felipe, el que la familia dice que soy su vivo retrato, arengando por la independencia isleña. Este es un pueblo que no tiene norte. La lengua antigua está perdida y la causa de la libertad la llevan manos que, al poeta vasco Juaristi, no le llegan ni al tobillo. Después, en San Andrés, un mundo más comprensible. Vi a Beba en la calle Belza. Un mundo más cercano, más comprensible.

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