jueves, 18 de febrero de 2010

Máriam

Anghel, al programa La Puerta, no sé si independentista, pero lo intenté esta noche con una judía antijudía. Máriam. Qué mujer. Plena de encanto. Felicito a su amador. Máriam hace bueno eso de que la belleza es sabiduría y la sabiduría es belleza. Me contó historias de Abraham y de Moisés que ya recordaré toda la vida. Me las contó en la cumbre, es decir, en el bar Castillo, con Pedro de testigo, que no pudo permanecer al margen del encanto, y se metió en la conversación. Pedro es gomero puro, y eso ya es un grado. Máriam decía que esto, Canarias, con esta gente que nos vacila, va a ponerse bastante crudo. Nos han jodido la tierra, decía Máriam. Su plática antijudía hubiera iluminado, aún más, al bueno de Nietzsche. Su Genealogía de la moral, con esta mujer, hubiese pasado de notable a sobresaliente. Yo que también tengo sangre judía, me convertí en antijudío esta noche. El caso es que su rostro era judío, y se lo dije. Y reconoció su ascendencia judía. Pero... Pedro nos invitó a una copa a todos. Cuando vayas al Monterrey fijate en el molino en miniatura que hay debajo del televisor. Arte de Pedro, no sólo un artesano sino un artista. Lástima que dieron la una, la hora de verter las gotas sobre el ojo de mi padre. Tuve que irme. Al despedirme la llamé Míriam. Casi me fusila. Míriam es nombre judío. Míriam no, se llama Máriam. Hay noches que valen la pena: leer tus versos y conocer a esta mujer.

No hay comentarios: