jueves, 4 de febrero de 2010

tribulaciones con el diablo

Mira que el día prometía solaz y felicidad y buena comida y un poco de dinero en la cartera, y además Ramón me mandó al correo un cuento que debería girar a este blog. Espero que lo haga. Pero me levanté con el signo del Diablo, así que fui con él por la tarde a S/C. Tenía que haberlo dejado en San Andrés. No es ese diablo que se le apareció a Fausto. Ni siquiera un diablo cojuelo, que ve más allá de lo que vemos los pobres mortales. Todo el tiempo dando el coñazo, todo el tiempo niñato caprichoso. Y encima el recital de La Gramola suspendido. Y en eso llega Ramón. Buena conversación, hablando de Mararía, de Lizundia y de Paul Auster y de una reacción fálica producida por una alergia.... Y el diablo que se arrima, encima de colgadera, y da su nota chirriante y tengo que devolverlo a San Andrés. Dejar la charla con Ramón, arrancar el coche y volver al puto pueblo. Los que vivimos en la inopia, olvidamos lo que ocurrió ayer, pero lo de hoy no lo olvido. Si lo olvido es que soy pollaboba.
Y en el bar Castillo otra vez las murgas en la tele.
--Dicen que es la voz del pueblo... ¡la voz del pueblo una mierda! --dice Cristo.
Prefiero callar como una puta y no corregirlo ahora, decirle que no debe decir "pueblo", sino "ciudadano". Estamos enfrascados en un sudoku, cuestión visual, no de números ni de palabras.
--Antes era el pueblo, tú y yo y este, los que se pagaban el disfraz y la carne de cochino, y podíamos cantar lo que nos daba la gana, pero ahora paga el Cabildo y el Ayuntamiento --explica Alberto.
--Quita esas murgas de mierda, José. No nos estés torturando --ruega Cristo.
La verdad es que acertó. En otro canal una calientapollas incitando a uno con un rap. Canta bien, vale la pena dejarse calentar. Eso está mejor, algo en que todos estamos de acuerdo. Y mejor que mejor las décimas de Anghel, el vecino herreño. Inmejorables. (ver el blog del hombre de hierro, con corazón de diablo, pero otro diablo, no aquel, el papafrita que volvió del frío, el pobre diablo, el amargado.)

3 comentarios:

Ramón Herar dijo...

Vale, pero lo tengo que hacer en dos partes porque este programa no me permite un texto muy largo. Pues allá va:

CARTA DESDE EL SUR

Hoy me he despertado tumbado en el sillón, con la mañana luminosa y cálida, y con el dulce júbilo de mirlos y capirotes más allá de mi ventana. La alegría de vivir me invade por un instante. Todavía aturdido, alcanzo a divisar a mis queridas hormigas. Mis queridas y siempre atareadas hormigas, siempre granito a granito en su pequeño e inexorable quehacer diario. Así me siento yo, como una hormiga, en su pequeñez y determinación. Por eso las respeto sumamente, y las dejo que me acompañen con sus idas y venidas. Pero esta vez observo en ellas una especial agitación, un torrente demasiado caudaloso de obreras para sus habituales divagaciones a lo largo de la sala y la cocina; explorando, explorando, hasta encontrar esos pequeños restos de comida que tanto gustan de almacenar. No, esta vez me sorprende aquella inquietante y colapsada autopista, con un ritmo que ahora me parece casi frenético, llevándome a seguir su curso con la mirada. Sin embargo, su final se me perdía más allá del apoyabrazos situado a mis pies. Intento levantarme, pero ¡oooh!, encuentro mi cuerpo molido y sin fuerzas, la cabeza me daba vueltas y un dolor intenso, que todavía no acabo de localizar, se va apoderando de mí. Aún así me levanto y, guiado por la curiosidad del rumbo de aquel inusual reguero de hormigas, me acerco torpemente al baño. En ese momento comienzo a acordarme de la fiesta de anoche, pero a ráfagas. Algunas me hablaban de una gran discusión, de insultos y amenazas con Paul. Otras, de risas y absenta a raudales, recordando viejos tiempos y poniendo el mundo a nuestros pies. Los flashes eran turbios e inconexos, pero aquellos recuerdos de querella contra Paul me resultaban especialmente perturbadores.

Ramón Herar dijo...

(2ª parte)

Al entrar al baño descubro una escena dantesca, con sangre salpicada por todos lados, en algunos puntos formando grandes cuajarones, y las hormigas enardecidas por su cita sangrienta se repartían el festín dividiendo batallones a diestro y siniestro. La imagen me supera hasta tal punto que era incapaz de entender, de recordar. El miedo y el pavor de haberle hecho algo a mi querido Paul me paraliza, dejándome estupefacto. De pronto, observo una mayor concentración de hormigas en un pequeño bulto al lado de la bañera. Allí, en el suelo, rodeado de sangre y de esos bichos, casi cubierto hasta que me acerco dando un paso e inclinándome hacia él. Al tocarlo con el dedo muchas hormigas huyen y se desorientan, dejando al descubierto la gran verdad, y un nuevo torrente de imágenes y gestos turbaron completamente mi precaria lucidez. ¡Qué horror! ¡Noooo! ¡Qué dolor! Qué profunda consternación se apoderó de mi alma en esta luminosa y cálida mañana de abril. Qué siniestro festín el de mis adoradas amigas, el del día en que ya nunca más volveré a ser el de antes, el día en que no resistí la tentación de sentarme ante el espejo y pintar mi propia ignominia. Ya ves, Theo, me siento al borde del abismo y contemplo el enorme vacío abierto a mis pies. No me reconozco. Ya no sé de qué más seré capaz, ni hasta dónde cabalgarán mis demonios. Sé que esta tormenta ya no me dejará nunca más, y el gozo de los días luminosos y cálidos del resto de mi vida se habrá terminado para mí. Ya no soportaré más estos colores tan espléndidos, esta luz tan generosa que anhelaba, esta vida de dicha sureña. Mañana, regreso a casa, otra vez a mi vida sombría, lejos de Paul para siempre.

Tu querido hermano, Vincent

Unknown dijo...

Nada más que por rememorar a Velez de Guevara merceció la pena entrar en tu blog... Nombraste al Diablo cojuelo.