sábado, 20 de marzo de 2010

hablando que es infinitivo

Ayer pensaba que los amigos son los que tienen lealtad con uno y la confianza suficiente para compartir hallazgos y secretos. Cosas por el estilo pensaba ayer. Gente de cuyo trato sales más fortalecido, saludable y con la temperatura amorosa en el grado idóneo, ni bochornosa empalagosa calufa ni frialdad distante. Esto puede que sea verdad. Pero son apreciaciones de gente con dinero y posesiones. La moral del indigente va por otro lado. El tal piensa que los amigos son los que te dan dinero, y bendita amistad la de la señora piadosa que te suelta un billete de 100 euros antes de entrar en la iglesia, gran amiga, y que nadie manche sus nobles própositos de ayudar al méndigo.
Amigo también es el editor que me publica, ya que uno se dedica a esto de escribir. Y publicar los escritos es como tener un sitio donde uno poder cagar. (Algún día, si nos acordamos, hablaremos en el Bosque de Tijuana de que cagar y hablar o escribir está inscrito dentro de un mismo sistema ontológico. Cuando Quevedo hace el elogio del ojo del culo, en realidad está hablando de la boca y la lengua. Pero de eso hablaremnos en otro momento, si estamos inspirados por la musa ministra ejemplar y su tarjeta roja.
Otro color es el blanco. Las damas de blanco en la Cuba de los Castro. A ellas sí que les sacan la tarjeta roja e intentan desbaratar sus manifestaciones. En San Andrés también se manifiestan, los vecinos con propiedades en los barrancos. Al resto del pueblo le da igual. A mí también, que lo destruyan todo, y cuando venga el tsunami, ojalá los coja cagando después de sus discursos falsos y relamidos.

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