lunes, 12 de abril de 2010

el día después

... el pueblo sigue en su sitio. Bronca entre Fabiola y ¿cómo es su nombre? en el Monterrey.
--¿Adónde quieres llevarme? --dice él.
--Dime tú por qué tangente quieres llevarme, porque a mí ningún hombre me lleva por su tangente --dice Fabiola.
--¿Ya se fue mi miga? --pregunta Beba.
Ferni levanta los taburetes sobre la barra. Pedro el carpintero se despide. El poeta palestino llega, con su portatil, y se mete en Badoo, y coincide con varias que quieren conocerlo. Con una queda el miércoles, con otra el jueves... Pobres mujeres. Buscan a un hombre y encontrarán a un payaso.
--Ajolá no tenga que ir mañana a pescar --dice quién más da--. El otro día vi a tu hermano --a Baba-- pescando salmonetes con mallas ilegales.
El baño espera. Todas tienen ganas de mear. Coches patrulla y motos de policías rondan el pueblo buscando lo que en el ayuntamiento sobra.
--Ferni, pon un vaso de plástico --pide Beba.
Me voy con Fabiola y Beba al Castillo. Fabiola me cuenta historia gomeras, de un tal Franchute, que quemó barcos en San Andrés, y estaba en Valle Gran Rey con una hija, de año y medio, llena de piojos, y me pregunta por mi vida, y le cuento mi vida, parte de mi historia, y se alegra de conocerme mejor. En el Castillo, Cristo enseña a hacer sudokus a un aficionado. José Rivero Vivas pasa por la acera ancha, y hablamos de lo que hablamos siempre, y me pregunta por Miguel Espinosa, intrigado. Pepe sigue su paseo y yo vuelvo al bar. Luego, Fufo pone dos euros y yo otros dos, y jugamos en la máquina Tijuana. Ganamos 60 euros. Treinta pa él y treinta pa mí.
Una llamada perdida me dice que Juana ya está en Pamplona.
Y hay más cosas que contar, pero ahora tengo que corregir una obrita, poética (es un decir), que me tiene amargado.

4 comentarios:

campanilla dijo...

Campanilla voló el océano y llegó al bosque de su País, ¡joder qué frío! fue lo primero que dijo al pisar tierra firme. El calorcito se quedó en S. Andrés, y no sólo el climatológico, uds. ya me entienden.
Como parece que hoy que no tengo problemas de acceso para hacer un comentario, (hubo un momento en el que me creí vetada, jajaja,) así que lo haré. Hoy toca narrarlo, dejaremos las coplillas para otra ocasión.
Poco puedo decir que no sepan ya, pero quizás no sepan cómo me siento yo cuando vuelo a S. Andrés. Víctor lo intuyó en cuantó llegó, decía que estaba totalmente integrada y así es, me siento muy querida y arropada por la gente del pueblo y por los amigos de Jesús.
Campanilla estuvo el otro día con los habitantes del otro bosque, del de Tijuana, y hay que decir que fue una velada muy agradable y divertida.
Me encantó conocer a Gladys, que con cariño decía que Jesús y yo hacíamos una extraña pareja, una mujer con un desparpajo, una simpatía y una naturalidad
extraordinaria, y es obvio decir que su marido al cual ya conocía y ya tuve "feeling" con él en el primer encuentro, es un hombre afortunado por tenerla a su lado.
También me encantó ver a un Víctor mucho más abierto y como dice su hermano, con chispa y buen humor.
De Ramón sólo puedo decir lo que se puede decir de un amigo, aunque yo no sé qué fuente vimos los dos, tendrá que refrescarme la memoria, jajaja. Podría suceder que en realidad no la vimos sino que la intuímos.
Capítulo Orlando, sin comentarios, no merece que mi pensamiento se acerque a su recuerdo, sin embargo esa noche soñé con él y que su vida terminaba bajo los raíles del tranvía de S/C, me asusta pensar que mi subconsciente...
Y para terminar, el colofón del bingo, fue genial, de repente me vi sumergida en otro cuadro tan surrealista como el del Castillo, donde la vida fluye sin tapujos y hay lo que hay.
En el bingo yo pensé que había un concierto entre Sanidad y el cantaor de números, era tal la velocidad que llevaba cantando, que a nosotros no nos daba tiempo ni de mirar el cartón, y con las risas contenidas intentábamos colocar algun chocho en su sitio. Yo pensé que aquello era una terapia de agilidad mental pra que los abuelos y abuelas allí presentes mejoraran su alzheimer, créanme, fue un final glorioso para una velada estupenda. Gracias a todos por hacerme pasar esa noche tan agradable y espero que uds. también disfrutaran tanto como yo.

Ramón Herar dijo...

La fuente, mi querida Campanilla, fue la meada que tu estupendo novio nos brindó en plenos Campos Elíseos, después de salir del bingo en dirección a mi choche. Eso sí, muy bien dirigida hacia una de las jardineras que habrá quedado exquisitamente abonada para la siguiente plantación.

Ramón Herar dijo...

Jesús me pide que publique aquí el final omitido al texto enviado anteayer al blog de Lizundia sobre nuestra noche en San Andrés (consúltese si procede). Pues nada, ahí va:

…Podría suceder, en San Andrés igualmente, que la gente haga las cosas por razones bien distintas a las que parece, y no haya desesperación, ni tiempo anodino, ni humillación, ni soledad, ni mera inercia vital. Podría suceder que el mamut de Marcelino no siempre esté ahí. Podría suceder que el machete de Jesús se transforme en un brindis. Podría suceder que el ritmo de las cosas sea bien distinto, que guarde un secreto que se nos esconda todavía, un sentido para el que aún no estamos preparados; al margen del tiempo y el lugar, de risas y formalidades, de broncas y engaños, de nostalgias y existencias. Un sentido apenas intuido por todos, pero que sólo vive en los demás, a la espera de un acercamiento final. Sí, podría suceder... algún día de éstos.

campanilla dijo...

Jajaja, no me acordaba de la dichosa fuente, porque aunque no tuve resaca, veo que tengo alguna laguna... pero recuerdo que le lancé toda clase de improperios por la desfachatez de su acto en público, ¡ay qué cosas!