jueves, 20 de mayo de 2010

Librería del Cabildo

El alma del mundo, el alma de la tierra, estuvo esta noche en la librería del Cabildo, adonde no ha llegado el diccionario de canarismos, porque, que no se entere don Pepito, le dieron la distribución a Las Palmas, que distribuye con unas condiciones draconianas. En fin, lo habrá en otra librería, ya lo pudo haber pillado Ramón en Lemus; a falta de diversos nacionalismos, diccionario de canarismos. En fin, el acto da para una novela, sólo que le corresponde a Anghel escribirla. El último verso de su último poema leído, se me quedó grabado: Yo soy lo que callo, algo así, con mejores palabras, decía. Viejo amigo. Quien no quiera a un hombre así es un desalmado. Mapuchi lo llamó sabio, y acertó. Su hijo Iván estuvo a la altura de su padre, a la altura moral, no física, y se desenvolvió con ironía sana, humor casi inglés, desenvoltura de narrador... Y muchos amigos, incluso Orlando, que tuvo la cortesía de estar hablando en voz alta mientras un servidor leía un poema que debe ser escuchado en silencio, en el silencio donde se esconde quién es Anghel Morales. Si lo que no es silencio es valioso, cómo será el silencio. Luego vuelta a San Andrés, con mi amigo José Rivero, ya el libro que habla sobre él en marcha. Eso sí que va a ser otra fiesta. Hay que reconocerlo, el diverso Lizundia acertó.

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