sábado, 22 de mayo de 2010

Santa Rita

Iba a narrar cosas de ayer. Cuando tropecé con Rati y despostricaba del ambiente nocturno en el Monterrey, pero eso lo dejo para mañana, Santa Rita mediante. Hoy fue día de Santa Rita. Yo no sé su vida ni sus milagros, pero no es santa de mi devoción. Sí de la devoción de mi hermana, que acudió a la misa y procesión aquí en San Andrés. Viajó en guagua desde La Orotava para venir a rendir culto a su... iba a decir una malapalabra, impropia de este blog... Santa Rita. Después de la procesión, fui con mi padre a la escalinata de la iglesia (quitaron la de 1927 y pusieron una gris y me cago en Dios... esto es una expresión natural en Asturias, o sea, goda, pero no la censuro, me cago en Dios, como lo del campo de fútbol, como...) y mientras esperamos que el cura bendiciera las rosas, amarillas, encontré a José Rivero, noveleriando, como yo, el panorama en la plaza. Mujeres devotas y hombres estudiando a las devotas. José Rivero se suelta pa la casa de su hermano y mi hermana, dos amigas santarritianas que vinieron con ella, mi padre y yo bajamos a La Pandorga. Jose, el barman, de un confianzudo molesto. En fin, luego un primo mío, no el del bar Castillo, otro, vino a buscar a las mujeres para llevarlas a sus domicilios. Conversación sobre curas. Una amiga de mi hermana cuenta que un hermano suyo es vicario en Roma. Vida y milagros del vicario da para una novela del buen autor de El Decamerón, o de Geoffrey Chaucer, el autor de los Cuentos de Canterbury. Cada esquina tiene una historia. Quien no escribe es porque este oficio está malpagado. Material hay a raudales. Filones de oro puro narrativos. Como el Chicharro, que es el cuarto hombre en este pueblo que me dice que tengo que escribir su historia. La verdad es que el Chicharro me merece confianza. Sé que su historia valdrá la pena.
--Pero antes tengo que salir a la mar contigo, si no, búscate a otro, Chicharro.
Mi padre no está a gusto y se manda a mudar, yo me voy con él. Llegamos a casa. Enciendo el ordenador. Leo el blog de Anghel, qué buen narrador, qué buen poeta, y una carta de mi navarrica. Esta mujer es mucho. No la merezco pero me alegro de tenerla, y que Santa Rita... etc. etc.

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