jueves, 15 de julio de 2010

Cajonera City

--Chito, pica la zanahoria... pero antes enciéndele una vela a tu madre, coge una caja fósforo.
Cojo la caja fósforo, enciendo la vela, pico la zanahoria, corto la calabaza, pelo las papas chineguas... luego la farmacia, luego el súper de la plazoleta, después la calle del cine, etc. etc. --. ¿Quién te llamó?
--Anghel, que me invita a una cerveza.
--Parece que se lo olió, te llama nada más terminar la ayundantía de la cocina.
Un rato con Anghel y con Pepe en El Diamante. Cajonera City, llama Ánghel al pueblo. No le falta razón. Como para hacer una antología de cuentos crepusculares del oeste. Recuerdo a mi tío Felipe, vagamente. Cuando me querían denigrar, yo era la estampa de mi tío Felipe, que marchó a Venezuela y allí murió. Cuando mi familia trabajaba sacando arena en Los Trabucos, él se escabullía para una curva de la vieja carretera, a leer una novela de Silver Kane, y cuando se aproximaba la guagua, enfundando la novela como una pistola, mandaba detener la diligencia. En Venezuela tuvo pistola de verdad, y hacienda. Allí los canarios se hicieron con el control del negocio de la agricultura. Mi tío Felipe, cuando zarpó el barco del puerto de S/C, abanó el vello púbico de su novia en el pueblo, a la que engañaba con hetaíras de la calle Miraflores, más con el potage que hacían en la cocina del burdel que en el cubil habitacional. Historias.
--¿Qué tal la secta de destrucción masiva la otra noche en el Faro? --pregunta Ánghel.

Regreso a la plazoleta. La venta de Francisca aún abierta. Le cojo una cerveza de la nevera.
--... un dolor de cabeza que no podía levantarme --dice Julita, la hermana-- y cuando me levanté y me lavé los ojos, me empezaron a escocer.
--Eso es el cloro --dije, yo que últimamente me he vuelto moralista.
La policía entra y merodea el kiosco de la plaza. Me acuerdo del gran inpsector, del gran interpretador, del hombre que ve una colilla y deduce "aquí alguien ha estado fumando", y no es broma, yo mismo, in illo tempore, descubrí a un asesino porque dejó detrás de sí una colilla de cigarro inglés. Era la única persona que fumabba aquel infumable cigarrillo. Historias. Como la de la ninfómana --contó Anghel-- que se tiró a todos sus secuestradores y... Historia. Infrahistoria.
La tarde cae en Cajonera City y la Unipol acecha el castillo. Algo andan buscando. ¿Qué será?

No hay comentarios: