domingo, 25 de julio de 2010

cría cuervos

--Estás copiandome los poemas para hacerte rico --me dice el poeta que, cuando está colocado, escribe en las servilletas de los bares y luego me las da.


Ya me lo decía José Rivero Vivas, no le des tanta cancha a tus amigos. Si hay cosa peor que no tener un gesto, es tenerlo con alguien que lo interpreta como no es. Al carajo el poeta que piensa más en la fama que en el trabajo de recopilar él mismo sus versos. Es estúpido desconocer que casi nadie es imprescindible. Lo que sobra ahora en este mundo son poetas y literatos, y lo que cada vez anda más escaso son hombres (en el sentido masculino y femenino), gente entera, personas que han cerrado las brechas por donde fluyen las boberías humanas.


Así y todo, es una alegría comprobar como el personaje gira en la rueda narrativa y sale de su exasperante planitud.


Otro personaje es el amigo que se hace eco de los calumniadores, de los envisiosos que les molesta la falta de atención y admiración que sientes por ellos y sus menesteres. O los que te calumnian no por envidia sino porque interés tienen y su débil conciencia los obliga a que te pinten así o asá, para justificarse a sí mismo de su mala acción. O los que simplemente se creen más listos y se hacen eco de las lenguas de trapo. La imagen que dan de ti es de lo más grotesca. Sacan a relucir tus presuntos calzoncillos cagados pero no se miran su propio culo. También eso es una suerte. La imagen grotesca que los otros fabrican de ti mismo, te saca de la autocomplacencia en que has caído. Bienvenido el amigo que se hace eco de la palabra del calumniador. Otro giro en la rueda.

Si tu acción no puedes hacerla porque alguien te la reprocha, corta con ese alguien. Otros dicen: "Cuida aquello que te critiquen, pues eso eres tú".

No soy historiador, pero algunos datos de la Historia sí conozco. Me sorprende que alguien que apoya sus argumentos en premisas de la Historia, ignore totalmente tales premisas. En cuanto a la historia literaria, el arte de la escritura española en Canarias comenzó con una maldición a la isla de La Palma. Hoy aquel rastro continúa con la isla de Las Palmas. Pero lo primero fue parte de un poema maravilloso, impecable; lo de ahora es un sainete, pero no por eso politicamente menos peligroso. Y no pienso repetirlo más. De haber sido sensato, no lo hubiera dicho nunca, y menos en el prólogo de El credo guanche, de mi amigo Anghel Morales, que presentamos ayer en la antigua Casa Elder.

Otro episodio histórico es la quema que hizo un descendiente de conquistador de la primera narración sobre los guanches, y el posterior contrato de tal descendiente con el poeta Viana, para limpiar honor de familia. En fin, un hecho y otro ya está bien de decirlos, ahora hay que limpiar la mente y olvidarlos.

En fin, que ya descansado de padeceres, vuelve este mundo de ficción que gotea la realidad. La Luna está bajando. Que los cuervos nos perdonen, y también los burros.



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