sábado, 31 de julio de 2010

la divinidad

Maldito diario, ayer me despertó el móvil. Llamada de Javier Hernández, que estaba en San Andrés, para quedar en el Monterrey. Allí con el negro criminal suelo hablar de literatura y política. Esta vez me dijo que él no solía escribir sobre sí mismo, porque eso era endogamia. Me acordé de tí, maldito diario, porque contigo hablo de mi mismo, y creo que no soy el primero. Me acordé de Walt Witman, citado de pasada el otro día en Tijuana, y de Unamuno, a quien le reprochaban que hablase de sí mismo y él contestó que su motivo era porque el ejemplo de hombre que más conocía era a sí mismo, y me acordé de Chejov, concretamente la novelita Historia de mi vida, y me acordé también de la autobiografía de Anghel Morales en Lunula. En fin, referentes con autoridad en los que él sí mismo es la fuente de la escritura me confortaron frente al no sí mismo narrativo de mi amigo Javier, de quien mi hermana dijo una tarde del tiempo que él no era un tarambana que escribía sino un señor abogado. ("Leguleyo", hubiera dicho el independentista del Parra and Lizundia, defensor de lo que yo ataco.) De todos modos no discutí con Javier. Mi cabeza estaba todavía en los episodios de la noche anterior. Fabiola y el forastero tirándose los trastos, con una gramática parda canaria la mar de pintoresca. Ch en la ventana del Castillo, tocando para pedir a Jose dos garimbas y diciéndole a C con gestos de kung fu que mira por dónde iba a tener razón, tener que pelearse con el forastero, y luego C diciéndole al forastero que eh, cuidado con la piba, y el forastero abalanzándose contra C, ¿tú me conoces a mí de algo, machango?, y C recogiéndose sobre sí mismo, eh eh, tranquilo pibe tranquilo, y Fabiola calentando el ambiente, qué te crees tú, hijoputa, que ya me las armaste una vez en la carretera de Taganana...

Cuando salí de mí mismo, Javier ya había pasado por la política, el puerto de Granadilla, y abordaba una novedosa teoría que podría solucionar la crisis del matrimonio posmoderno. Por la tarde tenía una boda. Me prometió traerme el puro. Él no es un viejo atorrante que fuma, sino un apuesto joven no fumador.

Por la tarde el viento en el pueblo parecía avisar de algo a los espíritus sensibles. Me refugié en el patio de la casa a leer la filosofía de Zenón. Su opinión sobre la poesía está de acuerdo con que la metáfora y la poesía son dos cosas aleatorias. El otro día en Tijuana discutimos sobre qué es poesía, sin acordarnos de Gustavo Adolfo el romántico. Más interesante sus aseveraciones sobre la razón y la lógica, o la política, y en eso estaba cuando Thor se puso a resoplar y mover el cuello de un modo nervioso.

--Mira cómo se hace el Thor, porque tiene picazón en el cogote. Mañana lo primero de nada le largas un baño... Como ahí no se puede rascar... a ver si se echa en el suelo y hace como los burros... Chito, el tiempo cambió; hay nubarrones en el cielo...

Dejé la lectura, fui con el perro a dar un paseo y luego cenamos mi padre y yo. Me acosté temprano. El furor del viento en las hojas del patio de afuera, paradojicamente, me adormece. Últimamente, si me acuesto temprano, me despierto de madrugada. "Me despertó la sed de madrugada", cuenta un poema medieval, seguramente una metáfora de algo que no es sed ni madrugada. En mi caso no es una metáfora. Las metáforas estan en el sueño, pero el despertar es real, tangible, literal.

El viento seguía cantando sus metáforas pitagóricas y salí a refrescar los ojos con el no reflejo de la luna menguante en el mar del muelle. Mar movida. Hoy tampoco llegarán esperadas potas. No han cogido ninguna. O desviaron su rumbo o la mar no lo ha permitido. Quizá la noche del oscuro.

Aún eran las tres pero en el Castillo por dentro había luz y toqué la puerta, fui por allí, y ya dentro del bar había una chica de buen ver, digna aspirante a protagonísta de una novela de Javier Hernández. Su habla delataba su procedencia. Cuba. Sin mediar palabra por mi parte, se dirigió a mí y me dijo que mi parte femenina era muy fuerte. Sí, ya lo sé.

--Estás completamente oprimido por la ... . Siempre pretende bajarte los pantalones, vas a tener que ser más cauto y apretarte el cinturón si no quieres que tu ... te baje los pantalones. Porque con tu ... pierdes los pantalones en vez de llevarlos. Tienes que raspar tu lado femenino y ser más hombre.

Ya le iba a decir que coño confianzas eran esas, cuando me habló de que yo tenía dos hijas, motivo de mis preocupaciones, y de una mujer en España (ella dijo "la península").

--Esa mujer te ama, pero tú ya eres incapaz de amar. Sólo de verdad has querido a una mujer en tu vida... Tú eres un solitario... Es una mujer guapa, alegre y juvenil, con encanto, y los hombres se vuelven para mirarla.

Miré un segundo a José, que no perdía detalle, y del cansancio había pasado al acecho auditivo y al asombro.

--Y te gusta bailar tu macarena.

Le pregunté qué era eso de bailar la macarena

--Ven conmigo.

Salimos del Castillo y yo aún no había leído el periódico. Jose sonrió como un cómplice, nos miraba asombrado. Había oído toda la conversación.

Me llevó a un lugar de la playa, que guardaré en secreto, a resguardo del viento. Luego la acompañé a la parada de la guagua. Me dio su número de móvil. Seguramente una bruja cubana. Mis temores tengo, pero creo que un día venidero...

La finalidad de la vida es el asemejarse a la divinidad, según Platón.

(No digo el ente que debe estar en lugar de los ..., no vaya a ser que en lugar de bruja sea del servicio secreto y ande buscándome la ruina. Nunca se sabe. Tal vez me haya estado rastreando, como yo al antiguo y fingido amigo D. G., que vi hace una semana en la red y entré tras él en una página de nombre The End. Nunca lo hubiera hecho, pero ese es otro cuento.)

1 comentario:

campanilla dijo...

¡Coño con la cubana! más le vale que al menos me dejó en buen lugar...jaja.