jueves, 6 de enero de 2011

el trabajo y el amor

Si la tribu familiar que me rodea es una muestra del pueblo canario, que me guarden un cachorro --meditaba el mago, mientras Juanito ya no espiaba con el ahínco de ayer todos los detalles, ni en El Castillo ni en la casa donde vivía el mago. Cuando parecía que se iba la estupidez, llegaba la codicia, y la codicia y la estupidez hacían manitas en todos los rincones, limpiando, limpiando, y la parte de humanidad potable, que podía ser vista como esperanza, mirar con aprecio en lugar de sentir ganas de vomitar, se reducía a una sola persona (la sobrina del mago) y al perro, atónito, observando como su mundo limitado reducía aún más sus límites horizontales y verticales. Todo lo demás, basura obsesionada con la limpieza. Lo mismo que lo que denunciaba Anghel Morales en sus coplas sobre S/C pero en pequeño, ciudad reducida a pueblo chico infierno grande. Incluso el espionaje de Juanito había perdido consistencia y profundidad, por culpa del amor, esa cosa extraterrestre.

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