martes, 8 de febrero de 2011

los autoinvitados (cáp. 2)

En la etapa de soledad, ídeé el programa como una obra de teatro hablado, con un guión esquemático y abierto a la improvisación. El personaje inventado lo retrató bien Antonio Curbelo: un individuo que vive encerrado en una cueva, aullando contra el mundo, que no se comunica con nadie durante el resto de la semana, y sólo los martes sale de la cueva para acudir a la emisora. Un actor que se repite, no es raro que termine comiéndose a su propio machango y lo que fue valioso (si lo fue) acabe en una pantomima indecente. Fue así como ideé renovar la cita de los martes, pasando mi voz a un segundo o tercer plano y rodeandome de gente valiosa, a mi entender con inteligencia, vitalidad y sensiblemente apreciada. Fue así como llegaron Ramón Herar, Jose María Lizundia, Victor Roncero y Juan Royo. Charlín, aunque es persona que aprecio, se autoinvitó, y por lo que veo, para insistir en lo mismo una y otra vez en que se autoinvitaba. Un decir de lo mismo que no iba más allá de son mis gustos y punto. No dados a componendas, Victor y Lizundia le sacaban juego a esa actuación estrechamente circular. Los hermanos eran la pasión. El otro cruce de líneas (Ramón-Juan) la moderada templanza. Cuando Juan se fue, por razones tristes, su silla, en juego con la de Ramón, quedó ocupada a veces por gente que merecía sustuirlo y otras que no. (Marcelino ocupó con autoridad la silla de Juan, pero el oyente prefirió seguir en el otro lado de la onda.) Ultimamente sufrimos la llegada de una autoinvitada, que apareció a la media hora de comenzar y quiso monopolizar el diálogo, cosa que los tripulantes apasionados no permitieron. Como tampoco a Charlín, esta vez de una manera más tajante. A mí el suceso del último programa no me ha molestado lo más mínimo. La obra puede durar una hora o quince minutos. Pero el toque de atención de Anghel, amigo a quien aprecio y admiro, no puede caer en saco roto. La voz de Anghel no es la voz de cualquiera. A él le debo mucho, más de lo que él cree. Si seguir haciendo La Puerta, supone la incomodidad de Anghel, lo más prudente será decirle a Neruda que no, que ya no puede pasar porque ya no hay puerta por la que entrar. Supongo que esta tarde aclararemos lo que hay. Lo martes han sido para mí un relax, un descanso de guerras que valen la pena y otras que no se las regalo ni a un enemigo. Ha sido un encontrarme con amigos con los que me siento bien y animicamente colmado, a pesar de alguna que otra disputa. Creo que no tengo más que decir. Hasta la tarde a las 18.00 horas en Radio Unión Tenerife.

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