sábado, 13 de agosto de 2011

Viva Cantinflas

Merece la pena si se comporta como caballero, y no como lo que es. Te quitas la máscara y aparece el usurero. Cuanto más pienso en el dinero más infeliz me siento, y meto la pata. Metes la pata con un enemigo y te jodiste, a levantarte otra vez. Pero la metes con un amigo y no sólo te jodiste. Todo por el barril del ron. Por la botella del Diablo, esa botella que te daba toda la gloria a cambio de un final infeliz. Te librabas de ese infierno, pero sólo si vendías la botella, y tenías que venderla en un precio por debajo del que te había costado. El callejón sin salida era cuando la habías comprado por la más ínfima moneda del mundo. No había otra que tuviese menos valor. Todavía estoy a tiempo de vender la botella. Me costó cinco euros a mí y siete a mi amigo. 12 euros. Sólo que debo decir al comprador lo que hay. Bueno, esto es un cuento de Stevenson. La realidad va por otras nubes. La realidad son los cinco euros. Y un lápiz.
El lápiz hizo un dibujo mágico la otra noche en El Generador, donde estuve con mi amigo. Yo me marché a las dos de la madruga y me llevé el lápiz. Un lápiz especial, de un plateado profundo. Él se quedó hasta las cinco, y reprochó mi temprana retirada y preguntó por el lápiz. Todavía está el lápiz en esta casa del barrio de La Maldad. En un antiguo cacharro de galletas donde se guarecen los rembrants.
Hoy me armé de valor y llamé a don Blas. No me agrada que me impongan fechas. Le dije que ya lo avisaría, que estudiara bien si yo era el idóneo, tengo mucho que aprender y sólo tengo la voluntad. No más de cinco euros.
Hoy fui a la patria y pagué parte de la deuda de la noche del poema de Chani. A cambio, un primer baño en el mar. Me quitó diez años de encima. Y comí puré y sardinas en casa de Chani.
--... a lo mejor está muerto en la casa... se escapó del hospital... tiene la enfermedad esa contagiosa...
--Jesús, no te roces conmigo que estoy salida.
Ana Rosa la abuela más apagada.
Cayaya cada más más encendida.
Chani sobrio, no poeta. Qué cargante son los poetas. Los buenos poetas, los que sólo se portan como caballeros cuando están sobrios o cuando escriben, y hay que darles lápiz y cartón para que se comporten. Lo mismo me pasa a mí con la pintura, es el único medio que tengo para poderme conportar, porque si no, salgo corriendo y dando aullidos.
Le dije al terrateniente que no soy un profesional.
--Me da lo mismo, los informes no mienten... --Y me habló de un comedor en una cueva.
Bueno, se acerca la hora de Negocios Raros. No irá mi amigo. Por culpa de cinco euros. Una pena.
--Estoy harto de la vanidad de los escritores. No me gustan las reuniones de escritores.
En eso sí estamos de acuerdo. Salvo en lo de los cinco euros. Un billete verde apagado nos separa. Se admiten apuestas.

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