domingo, 20 de noviembre de 2011

libros encontrados

Antes que nada, este próximo martes, si acude a La Puerta El Escritor Escondido, hablaremos de Cristo, de la Iglesia católica y de los pensamientos de R... del papa actual. Es el día apropiado. El Papa, por alguna razón incognocible, se ha iluminado sobre el tapete de ese sitio donde (ver El jugador, de Dostoieski) los escritores se reúnen a copiarse unos a otros.

Hablando de libros, no suelo ir por las librerías. Sus precios no están hechos para mi economía. Sin embargo algunos nuevos libros (aunque ya usados) entran al patio de mi casa, que es particular y también zona del CNR y demás amistades. El otro día encontré varios, aún en buen estado, a los pies de un contenedor, junto con tres resecas cagadas de perro. Acogí los libros. Otros acogen animales o personas. dos novelas: Como agua para chocolate y El silencio de los corderos; dos relacionados con la historia: uno que habla de la política europea de los años 40 y otro que se titula Mis conversaciones con Franco. Después de darles un baño, los puse a secar. Hoy los hojée. Me interesé especialmente el último que dije, el de las conversaciones.
Mi relación con la política siempre ha sido tangencial, y más emotiva que intelectiva. Una vez, hace poco, encontré un viejo cuaderno escolar (siete u ocho años de edad, en el barrio de García Escámez), y había allí tres poemas --supongo que los primeros que escribí-- que eran cantos y loas a España. Me extraño que todavía sonaran como tenedores de vida, aunque sea esa vida etérea de los sentimientos. Por supuesto, mi primer intento taimado fue cambiar "Canarias" por "España", pero el cambio debilitaba la composición. A pesar de que la rima se mantiene, y el ritmo, no es lo mismo España que Canarias. Las figuras geométricas que sugieren son distintas: ángulo con el vértice hacia abajo una, y óbalo descendente la otra. O voto al fuego el cuaderno o lo dejo como están.
El caso es que ahora descubro --que me hubiera servido para apuntalar un poco mejor a Elías: personaje narrador de El negro-- a un Franco inédito, un personaje que hace cuentos:

--"Estos chicos se quedaron asombrados al ver que en Rusia había, como en todas partes, pobres y ricos. Estuvieron en un campamento de concentración y se escapaban con frecuencia para conquistar chicas; que a algunos les pegaron enfermedades venéreas; en vista de ello, a los enfermos les llevaban al sanatorio, de donde también se escapaban, dedicándose a conquistar lavanderas que lavaban en un río cercano, sin hacer caso a los vigilantes que tenían. Las autoridades, no sabiendo como meterlos en disciplina, consultaron con la Pasionaria, que es más lista que el hambre, y que dio el siguiente consejo: "La mejor solución es nombrar vigilantes a tres o cuatro de ellos de más carácter". Los nombrados quisieron imponerse, pero fueron desbordados por sus compatriotas que les dieron una paliza y... continuó el caos. Esto prueba que el español no es de igual carácter que el ruso, no siente por igual la disciplina, y por ello los directivos comunistas no sienten simpatía por nosotros, pues dicen que nos inclinamos siempre al anarquismo, que no somos disciplinados. Rusia ha mejorado mucho --dice Franco-- en estos veinte últimos años y el pueblo está mejor alimentado".

Un personaje que propone una organización del Estado (lo cual es lógico):

--"Hay que dar vida al sindicato, que es el organismo que canaliza las aspiraciones de los trabajadores... Hay que dar al obrero una participación en la empresa y, que obtenga una parte de los beneficios".

Me quedo en 33. Creo estar oyendo a un personaje desconocido. En fin, como dice Don Juan (de Castaneda, no Castañeda), una parte la conocemos, otra la podemos desconocer y otra ni modo de que lleguemos nunca a conocerla. No sé si hablaba de la memoria histórica.

(Iba a hablar ahora otros libros, que me dio Chani ayer, pero ya me sale el aviso de que sólo me quedan cinco minutos de ocupación de ordenador. Manaña, quizá. )

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