jueves, 5 de abril de 2012

coliflores

Don Juan yaqui aconsejaba a Castaneda que escribiese todo lo que quisiese pero nada que tuviese que ver con él mismo. Díficil lo veo. La especie marca la pauta sobre el individuo. Así, aunque creamos escribir nada que nos afecta, a lo mejor es cuando estamos enfocando más directamente sobre nosotros, especie humana.
En La Mancha encontré toneladas de papeles antiguos, y supongo que con algo de trabajo sabrá uno encontrar un poco de bronce entre tanto entullo. En fin, será cuestión de buscarlo (si lo hay) y no dejar detrás de nuestros pasos huellas sucias.
Otra vez en La Maldad, dos lecturas que se aúnan en el fervor de este lector. Cucarachas con Chanel y Madame Bovary. De la primera, si Dios me da salud y claridad mental, pienso fabricar una investigación como la que hizo el autor de Lolita sobre la novela de Flaubert, en su Curso de literatura europea (la última vez que vi este libro, en excelente edición, estaba en los cm de la biblioteca de la calle Irene, y no creo que mi amigo de esa calle me lo preste para refrescar la memoria). De Madame Bovary, en bajando al Tea por la raja de Santa Cruz, el viento bajo los puentes y la primera lluvia compusieron estos

MEDITACIONES DE EMMA

Advierte, mujer, con qué ufano antojo
nos bañamos en las charcas del hombre,
nos afanamos en buscar la llama
en la brasa y la flor en los escombros.

Salí de casa y me dejé llevar
por los amables modos de un gentil
Rodolfo, lindo sabía su hablar,
su habla tan bella, cadencia sutil.

Alcancé la anhelada cima. Vi
el monte de la luna en el cristal.

Creí que la mentira era verdad,
me entregué a los brazos de Rodolfo.
En cesta de fruta, la carta de un golfo.

*
y

Rodolfo mándome un cesto
con frutas envenenadas,
engaña el hombre necio
a mujer enamorada.

Como monja portuguesa
sufrí el ingrato dolor
de ver la piedra turquesa
convertirse en un carbón.

Carlos remueve los pies
bailando sobre una lata,
doctor curador de ratas
pero no de su mujer.

Sobre el tejado una gata
busca al macho que se fue.

*
Y esto es todo por hoy, si Gustave Flaubert no me visita esta noche a reclamarme derechos. Los romances de malcasadas abundaban ya antes de que él escribiese ese libro. 

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