lunes, 13 de agosto de 2012

festejo en Tacoronte (y III)

Creo que antes de abordar la 051 Laguna-El Sauzal, pensé acercarme a una librería donde vi días atrás El hombre menguante. No sé si me será útil para el cuento El día que me enamoré de Cristina T. No está de más poner en el cuento, como contrapunto en sordina, a un filósofo de pacotillas. Estoy hablando de uno que conocemos y que llamaré ahora Nuestro No Henri Bergson (filósofo francés el Bergson real, amigo del instinto, mentor de Buñuel y Dalí) que por miedo o por prudencia ha ido menguando, cayendo desde las alturas del pensamiento a un suelo de album de fotos familiar. Como si hubiese ido por lana y viniese trasquilado. Habrá que darle el zurrón de Martín para que recargue las pilas. Las mías tampoco están muy energéticas. Tantos jeroglíficos alrededor me marean el cerebro. Y encima, en el último baño en Valleseco, me metí con la libreta de notas en el mar y el agua se tragó la tinta de las palabras. Mejor, usar la memoria, como aconsejaba Pimentel, el de Santa Cruz la nuit.

--Si hay alguien más loco que tú, ese es Jesús --contó Martín que le dijo Cándido.
Yo había ido con Tini a un recado a su casa, donde mientras ella resolvía, yo hojee un libro de poesía completa de Quevedo

El caballero reclama lo que cree corresponderle en un negocio y la dama le dice el camino de los buenos negocios

Dame, señora, el bien que merezco
pues tantos rosarios ya he pagado
--pidiendo ser de vos un bien amado--
a las viejas, las que oyen con sus cestos

de mimbres tan llenos de hilos mágicos,
la misa del obispo don Armando,
ese que si le piden dice cuándo
pero en tomar hasta por culo es rápido.

Esas putas viejas se me han llevado
las bolsas de dinero que labré
haciendo sudar a un negro lebrel

en las lejanas minas del Dorado.
Ya las celestinas hacen su hacer
brujero. Seré pobre pero honrado.

*

Mi prenda con gusto os hubiese dado,
caballero idiota y mentecato,
si en vez de pagar vieja, el nuestro trato
hubiese sido más cierto y logrado.

Págame cuando quieras un buen polvo,
cariñosa soy si hay buen dinero,
si no, por el amor yo no me muevo
porque amar a un pobre es un estorbo.

Vuelve con tu negro a ese El Deorado,
donde si mete la mano en los lodos
el oro se le queda bien pegado.

Cuando regreses, oh mi dulce amado
yo te diré en los idiomas todos,
si sabes dónde invertir lo ganado.

y cuando volvimos ya estaba Martín en escena. Carmen la mía (mis ganas) me dio la noticia. Ninguna sorpresa. Ya sabe que estoy loco. Luego laboró en la cocina, y Pepa me sugirió un comienzo en el arte de beber. Depende de dónde y cómo voy. No soy guapo ni ingenioso. San Martín de Porres me puede hacer más bueno pero no más bello. Por lo que pienso hacerme también devoto de San Cucufato, el de los huevos amarrados. En las juglarías medievales (Europa) peleaban caballeros y monjes, lidiando quién era mejor en el Amor. Como los monjes eran quienes escribían las batallas, salían ganando ellos. Hoy, que ya los soldados sabemos escribir y somos poetas, llegó la hora de corregir ese error. En mi caso, la cosa en que a menudo dudo si echar mano de la escoba o de la soga.
En fin, rodeado de mujeres que me despiertan la musulmanía de Las mil y una noche, haciéndome y deshaciéndome las alas del corazón. Aunque vano es tocar la gaita a persona que quiere lira. Pobre de mí. Pero estamos de festejo. También estoy con hombres. Con Andrea, suizo, que en la noche nos habló a Miguel y a mí de los cantones. Y recordé al Cuervo, que por aquellas tierras está ahora. Y con Carlos, que gracias a Martín hizo una paella que me recuerda a las que hacía Meme en Guayongue, otros tiempos. Nos la comemos con gusto, y Tini aparta lo más granado del arroz en un platito para llevárselo a su hija Paula. No sé qué oigo de un tal Tonete el de San Ginés, uno que tenía pata de plástico y después de hierro. Y Martín que huye del abejorreo de las mujeres en el patio sur.
--A mi me echaron del casino de Estoril --dice Martín--. Me faltaban dos y dijeron 23, y yo grité ¡cuajo!... Se quedó todo el mundo mirando... "Le invito amablemente a irse pa la puta calle"...
--¿Cuajo?
--Terno es cuando te faltaban dos. Cuajo, uno.
--Hasta en ... tengo gafas --Conchita.
--... para salir bien en la foto --Miguel.
--Yo no soy de nadie --Carmen la de Martín.
--¡Pepa!
--A un etiqueta negra no se le perpetra ese atentado --Martín, recordando cuando era Martín el Perla y metía goles contra el viento--... "O te levantas o te echo a la calle"...

El individuo que soy se disuelve en lo colectivo, y sólo cuando Pepa reina en la guitarra (no tan afinada como la suya propia) vuelvo en mí y creo ser todos los príncipes.

Y ahora contaría la cena del sábado en el ático de Dr R y Jessica, esta vez fui con Clara, pero ya me queda sólo un minuto de uso de ordenador en el Tea. Otro día, si la memoria no me traiciona. 

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