viernes, 10 de agosto de 2012

festejo II

--¿Cómo te va con R...?
--No te comento pa que no te pongas celoso... Ahora está de viaje.
--Lo hombres ricos son así, viajean para cuando vuelvan a estar con los isleños pobres, pasarles las aventuras del viaje por las narices... ¿cómo va el blog?
--Bien, metiendo personajes para ganar lectores, porque aquí los únicos que leen son los personajes,y si te descuidas ni esos. Un día de estos te vuelvo a nombrar, para que no te olvides de la flor y la mierda.
--Lo que tienes que hacer es llamr maricón a Paulino Rivero; te denuncia y gana el pleito, pero te declaras insolvente y encima le das las gracias por hacerte famoso.

Eso me sugiere que el político de mi cuento sea maricón, para darle valor social, personaje con enjundia; Sin embargo, aunque en el mundo exterior la homosexualidad tenga glamour, aquí en la isla todavía muchos se avergüenzan si los descubren. He oído historias de jueces, seguramente leyendas urbanas, que absuelven a fulano, porque fulano tiene pruebas contra el juez de algo que ya es legal pero que el juez prefiere dejar en vicio privado, escondido.

*

festejo del sábado

Desperté cuando el Sol ya se había levantado sobre la Maldad.

San Balelé se ha caído,
tiene la pierna quebrada.
Pisa, pisa, pisa, mulata,
pisa el pañuelo de seda...

Recuerdo este canto de Ariadna cuando pido el primimer café, en el bar de Ibrahim. Esta vez paso de leer los periódicos.
Salgo del bar y bajo a la parada del tranvía. Cruz del Señor. Smoking prohibited. Una radio emite

me iré a la hora que
tú me digas que me vaya...

Parece sábado de canciones. En la estación de guaguas de La Laguna, un viejo con copas, apariencia de amanecida, farfulla algo así como quiero los besos de tus labios, exonerada aparición... Llega la guagua, dos minutos más esperando y entra la gente. La guagua se llena.
--Venga, hombre --al chófer--, arranca ya que tengo ganas de comer.
--... tranquilo de momento, porque ahora la cosa tampoco está muy clara.
--Ten cuidado que por aquí tiene que haber un micro pequeño.
Carretera general a Tacoronte y el Sauzal. Pasada La Hucha Supermercado, una furgoneta grande aborda desde la izquierda la vía principal. El chófer de la guagua, para evitar el choque, da un volantazo y se aparta al arcén.
--Un despiste.
--Un despiste que si la coges, mira tú cómo queda el despiste.

En casa de Carmen, ya la mitad de los invitados. Buburjea la paella en el patio norte. Carlos, cocinero ocasional, revuelve el arroz en la paellera. Ni una mancha salpica su camisa blanca, de hilo grueso...
--A mí la mano.
--Por lo pronto.
Así empiezo a conocer a Tomás. Hombre tranquilo y cordial, de modales sobrios. Mientras hay fuego en el patio, la mujeres danzan y preparan las mesas.
Como dije en la entrada anterior, Martín entró en escena con un zurrón... un zurrón especial, mágico... donde el gofio tiene un valor inaudito, al estilo del dicho de JRamallo ni el Teide es mi padre ni la Virgen de Candelaria es mi madre, y si con ese zurrón nos viene alguien cantando el que quiera gofio me lo pida a mí, le molemos la cabeza a palos.
En los ratos que he visto a Martín, el hombre me ha traído amigos del pasado. Mi cuñado Raimundo la tarde en el ático de Pepa, y este sábado en casa de Carmen a quien fue mi editor Cándido Hernández (Cándido editó El pintor asesino) y Daniel Bencomo. Es la segunda persona que me nombra en poco tiempo al psicólogo del Hermano Pedro. En un tiempo fue amigo especial. No recuerdo qué nos alejó. Sí sé lo que nos unía. El equipo Zameira, el Hogar Católico, el monte, las piraguas en la dársena y las conversaciones filosóficas. Recordar gente como Cándido o Daniel es alejarme del síndrome de un personaje de Hosmán Amin Torres (Paréntesis, cuento "Dolor y placer"), alejarme de un estado de pesadilla aún más intensa que la anterior. Y más, cómo los cuenta Martín. Ves hablar a Cándido con el zurrón de marras y caminar a Daniel con su bigotito, al parecer.
--Señores, a la mesa.

(continuará)

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