lunes, 3 de septiembre de 2012

vaciedad y literatura

Ya la lectura no me apsiona como lo hizo en otras épocas. Un libro afín entonces te ayudaba a vivir, sobre todo porque la conciencia se sumergía en ese libro determinado.También me pasaba con algunas películas. Ya no me pasa con la lectura. Sigo agradeciéndoles a algunos libros que por lo menos no me den ganas de cerrarlos y olvidarlos cuando aún no he llegado a la mitad de sus páginas. Incluso me ocurre con la obra propia. La publicada deja de ser propia, está en el mundo (aunque sea un mundo limitado) y no te pesa. A lo más que puedo llegar es a un inocuo arrepentimiento si alguna vez, rara vez, me da por leerme a mí mismo. Me pesan las obras inéditas. Los borradores a los que todavía les falta un poco o un mucho de trabajo. La tentación de borrarlss del mapa me persigue. No por considerar que no tengan valor (visto lo que hay) sino porque el tiempo prefiero ocuparlo en otros menesteres que no tengan que ver con la escritura de historias. Sólo una disculpa de justificación, me obliga a no borrarlas. Pero las trabajo con una falta de alegría que me atemoriza.
Es igual que la lectura. Una novela en el baño, otra en la sala. Seda y El amante bilingüe. Más grata (por decirlo así) la primera. El amante bilingüe sigo leyéndola por curiosidad, y porque de vez en cuando las páginas no son pajas narrativas.
Tiempos bajos. Los biorritmos. El cambio de luna, supongo. Qué vaciedad y seca tristeza tienen los caminos sin corazón. Y si no, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo.

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