miércoles, 28 de noviembre de 2012

en la novela El corsario de Lanzarote

Gabriella intenta venderme la moto para llevar sobre ruedas la hecatombe. No sabe cómo sacarme el dinero. Le digo que no lo tengo, pero venga y dale. Como un cura. Como un tonto ciudadano de la gleba de los nigromantes. A buen palo se arrima. El otro día recibí un dinero y perdí un libro. Un libro prestado. Nada, a gastar lo ganado y comprar el libro, y encima para devolverlo. Pasé por Agapea y lo pedí, El corsario de Lanzarote, y no lo tenían --Caixacanarias no distribuye, te da el premio honórifico, el dinero del premio, guarda los libros no sé dónde y ale, amigo, sigue escribiento, tú vales. Fui por Agapea antes de la radio y no lo tenían. Compré otro, Herreros y alquimistas, por si el prestamista de la novela de Francisco Estupiñán Bethencourt se conformaba con el cambio, pero no, hay que pedirlo y esta vez iré a Ifara, yo sé por qué. Y porque es un librería que me trae recuerdo. Iba mucho por allí cuando mis amigos Bencomo vivían en frente. Juveniles tiempos de Hogar Católico, donde fui Bibliotecario por un día. La primera adquisición fue la biografía de Lutero. Me echaron. Me fui y no volví más. El corsario de Lanzarote el prestamista me lo dejó la noche blanca de Laguna, y el martes iba a devolvérselo durante el pre-programa en el bar de la ignominia, donde el tonto del pueblo está ahora con el creciente alcalde Bermúdez. Esa misma noche del viernes comencé a leerlo. Lo leí con gusto. fue mucha más que hacer la tarea para recibir ál autor en La Puerta con la debida cortesía de quien ha leído el libro y no despacha autores como churros en la recova los domingos.
Mi relación con el conocimiento de la historia antigua de Canarias data de hace unos cuantos años. El editor Cándido Hernández vio negocio en esa mina. El editor me nutrió de libros muy buenos, en especial el de Fray J. de Abreu Galindo. Mi cometido era hacer segundas manos, trabajo en el que tengo experiencia que comienza en editorial Júcar: El viento entre los sauces (autor inglés que lamento no recuerdo nombre), Los Fugaos, de Gómez Fouz (donde conocí como se las gastaba Santiago Carrillo) o la novela autobiográfica de Jim Thompson, en la que tuve que recurrir a una amiga catedrática de inglés para que me desvelara pasajes que el traductor (un aprendiz de lengua inglesa) había dejado ofuscado. Como el intento de Cándido de comerciar con la historia antigua de las islas quedó colgado, dejé ese trabajo que me gustaba. Esa antiguo placer que me dieron las páginas de Abreu Galindo o Fray Espinosa, al que un probo y listo ciudadano llamó ese curita, lo he recuperado, amén de la curiosidad, con El corsario de Lanzarote, de Francisco Estupiñán, reciente Premio Benito Pérez Armas. En ella cuenta, en forma de crónica, nacimiento, vida y vejez de Agustín de Herrera y Rojas, sucesivamente señor, conde y marqués de Lanzarote... La estructura de la historia está muy bien montana. Dos cartas enmarcan el condute de los amores y ambiciones de don Agustín. Son de su hermanastro no muy legítimo Francisco Sarmiento. El reproche de la carta que cierra la novela, es un guantazo al honor del que nació señor y murió marqués. Faltó a su palabra. Hecho ignominable en un caballero, más que el adulterio con Bernardina, la esposa del cornudo en esta novela. Tal como la leo, don Agustín dejó de ser hombre medieval para pasar a ser hombre moderno cuando casó con doña Inés, once o doce años (?) mayor que él. El padre de Inés fue el primer señor corrupto de Adeje, si es que luego hubo más corruptos en este menceyato.
No tengo tiempo de relacionar esta lectura con la de Rojo y negro. La hipocresía comienza cuando Agustín deja de ser noble señor y se convierte en vil comerciante. Que se acostara con la mujer de un tímido comerciante genovés era lo de menos. Lo grave era la familia de la adúltera, a quien Agustín Herrera calló la boca con favores monedados y otros. El Amor y la Ambición, como en Rojo y negro, también se cruzan con malos pasos en El corsario de Lanzarote. Aunque en la novela de Estpiñan más que Amor lo que hay es un amimal follador que hubiese hecho las delicias de Anastasia Steelle. Polvos del hombre se narran los que tuvo con la mosrisca o mestiza (como perdí el libro, imposible comprobar el dato) con... Bueno, a ver si lo cuento mañana o pasado o cuando pueda. La hora llega a su fin.

lunes, 26 de noviembre de 2012

No digo el sitio, porque los malos están acechando y ahora (por economía) accedo menos a computadoras de empresas privadas, así que la pública que pagamos con los impuestos no la puedo desperdiciar. Pero no digo el sitio. El sitio, donde mientras espero vez, leo "En la cafetería" (Julio Caballero. A través del espejo): "Las gentes iban y venían en brumas opacas de cólores pálidos y gestos famélicos que iban menguando según caían los minutos". En la pantalla el 80. Mi número. Devuelvo el libro de la colección Tid (editorial Idea), y abordo a la señorita... Enciendo y hago memoria.

Viernes noche.
--Voy a ir al Hierro y cuando vuelva te traigo una caja de quesadillas para que hables bien de la próxima novela de Jesús.
--Te va a publicar otra novela.
--Antes tiene que aparecer Retrato de Marlou Diesel --digo, feliz de estar en los dominios de editor con linaje que tenemos en este país.
Salíamos Cuervo y un servidor por la puerta de la MAC, después de conversar con un concejal en la oposición en su Ayuntamiento, sabedor de lo corruptos que son los del otro partido. Salíamos de la presentación de El sueño de Goslar. Gambín a la izquierda del autor. Javier Hernández, con un estilo moderadamente enfático, quiso demostrar que la vida es sueño y los sueños, sueños son, y que la trama de su novela es lo importante, no la urdimbre, como si ésta la hubiese comprado a plazo y aún tuviese pendiente una letra. Novela interesante, en todo caso, aunque le falta la contundencia de trama que hay en Puerto Santo. En el estilo no me meto. El estilo es el hombre.
En fin, parte del resto de la noche la cuenta Eduardo en su Escobillón blog. Recuerdo el momento del cigarrillo, cuando Cuervo quedó en el mostrador meditando quién pagaba las cervezas y salímos afuera Eduardo y yo. Lo más interesante que se habló esa noche. Hablamos de JRamallo como autor crucial, y de Antonio Charlín, autor que está ahí y no hay que perderlo de vista. En esta parte la autoridad del Cuervo no intervino porque aún no había resuelto su enigma.
Después llegó mi bella amiga y ya me olvidé de los amigos. Nos fuimos a la plaza de la Candelaria. Chacha, como me gustaría comerte con pan y mantequilla. Un grupo de Las Palmas. Cuarenta principales. Luego mi amigo Cuervo me subió a La Maldad. Allí seguí con Rojo y negro:

Con Julián Sorel, hombre con memoria y sapiencia de los clásicos latinos, bonapartista agachado, que poco a poco va adquiriendo saberes de las cosas del mundo humano. Le faltó leer a Pascal, que Amor y Ambición son sentimientos tan nobles como incompatibles. En el cuento de la novela Rojo y negro dejo de lado el tema de la ambición, con un ambicioso que desde la mugre del pueblo (odia a su padre) sube a las ramas luminosas de la sociedad. Primero la burguesía de provincia, y más tarde, la aristocracia de París. En uno y en otro lado es un sirviente que supo ensoñerearse de damas distinguidas. Primero de madame de Renal, señora puerta verde (ver Cucarachas con Chanel) , ingenuamente bella, que se olvida de su religión y de su marido --el alcalde del pueblo, que merece los cuernos--. Que este marido descubra el tinglado, favorece la ambición de Sorel. Le facilita abandonar la provincia y viajar a la capital, donde se hace imprescindible al marqués De la Mole. El marqués tiene hija casadera, niña pija de despierta inteligencia a quien Julián no le hace ningún caso hasta que Ella, desdeñosa con sus pretendientes aristócratas, le pide a Julián que pille una escalera y aborde por la noche su ventana y entre en su habitación. Ocho días de hacer el amor (sin deshonra de la hembra, esto llegará más tarde) la dama y el vagabundo. Al cabo, la aristócrata, que ya ha conquistado al desdeñoso pueblerino y lo ha puesto a sus pies, no convencida de haberse enamorado de un plebeyo, comienza a tratarlo como si el hombre roncase y ya no lo invita más a su cuarto de ventana que da al jardín  los sabados por la noche.
El desdén --donde aún quedan rescoldos del amor-- se torna desprecio cuando Julián comete la torpeza de decirle que Ella ya no lo quiere pero que Él la ama con locura. Entonce la orgullosa Matilde le dice claramente que sus amigos aristócratas son hombres perfumados y que Él huele a pueblo y que haga el favor de mantener las distancias. El hombre, más humillado que bello, se aparta no sólo un poco sino bastantes km. Hasta Estrasburgo, donde se hace amigo del príncipe K, que evita que al pobre Sorel , aspirante a obispo, se le rompa el corazón, y le da el estilo con el que debe urdir la trama...

El sábado noche me recoge Sita en La Maldad. Junto con mi amiga del Sur, mi pequeña amiga Ariadna y Pachi subimos a la Noche Blanca. Poco que contar. Pompas de jabón, dos canciones mexicanas, un dinosaurio... y multitudes circunstanciales. Bueno, conocí lo que es eso de la Noche Blanca. Blanca y radiante.
--Donde dejaste a...
Se incorpora un tercer hombre.
Paso de contar chistes. Lo importante es que me dio el libro que protagoniza mañana La Puerta (Radio Unón Tenerife). El Corsario de Lanzarote. Aquí es el marqués el protagonista, don Agustín. Caballero con valores medievales... Hitoria del siglo XVI. Historia con Amor y Ambición. En el amor, la primera vez de don Agustín con la cuidadora de las cabras y la primera vez con sus esposa doña Inés... y en la Ambición, el viaje del joven don Agustín en barco a Mar Pequeña y los concejos de su abuela. Aún no he llegado a ese momento que le da pìe a Ramón Herar para llamar malo al personaje. Hasta ahora, hasta ahora don Aguntín es un hombre valeroso, buen amante, hombre de palabra, al que añade las artes de saber acrecentar su linaje y su hacienda. Lejos está aún la hipocresía de la Francia pos napoleónica.

Y se me acaba la hora de ordenador. Sin tiempo para repasar ortografía y erratas... sin tiempo para contar lo que me dijo Freud sobre el sueño...

jueves, 22 de noviembre de 2012

reslidad y sueño


"Intentaba saber el sentido que tienen los hechos, pero lo único que encontraba es que los hechos no tienen sentido". Esto decía más o menos el héroe de una vieja película. Lamento no recordar ni el título.

--... te bajaste ls pantalones.
--Eso es una cosa bastante fea. ¿Cuándo me bajé los pantalones?
--El día de Caramilla...
--Caramilla no se portó bien conmigo. Le hice un trabajo de gratis y a la hora de celebrar el resultado, invitó a otros con más alcurnia y a mí ni por ahí te pudras. Y aquel día se lo había advertido pero ella quiso meterse donde no la habían llamado.
--Y el día de Sinforoso, ¿qué?
--El día de Sinforoso yo no estaba. Eras tú el que estaba...
--Y la noche de...
--Aquella noche Jesús se portó como un caballero --"no como lo que es", hubiese añadido mi admirado Cantinflas-- mientras el otro se portaba como un energúmeno --tercia mi amiga..., bella a la que parece no importarle mi aspecto de bestia sin afeitar y etc.

La dialéctica deriva de lo personal a lo histórico: si Canaria fue o no fue una colonia. Él dice que galgos y yo que podencos, pero yo no soy experto en historia insular, sólo pregunto basándome en nimios datos que uno va oyendo por esos mundos o ha leido en algún que otro libro. Era el día de la presentación de la novela de Francisco Estupiñán. Un día con presagios favorables. Primero, bajando por el gran puente, me vio Rubén Díaz y caminamos juntos hasta donde está la sede del partido de Ignacio González, partido donde al parecer la palabra no vale ni un pimiento. Luego, mientras tomaba una cerveza en el bar de la oriental sonriente, apareció Eduardo, que era quien presentaba la novela de Estupiñán, a quien invité a un vaso de Sifón y no dejó ni las burbujas. Y anteriormente a todo esto, hablé por el telefonillo con Jose --tiempo desaparecido-- y con Clara, que me anunció que nos veríamos el viernes y que me tenía reservado un regalo. Me dejó con la curiosidad.
Pospresentación, encuentro y plática con Agustín Pacheco. Y luego bajamos al Malavida, con los pantalones puestos, donde tuvo lugar la conversación arriba anotada. Rubén, al que volví a ver en ese sitio de la calle El Clavel, nos invitó a una ronda para que hoy asistiésemos al recital del poeta Carmona, con quienes ambos los dos, mi amigo interlocutor y un servidor, pasamos hace tiempo un buen rato en San Andrés, también con los amigos Chani y Orlando paz descanse.
Pero de lo que quería escribir en esta hora de ordenador en... es un sueño que tuve una de las noches de la semana pasada y cuyo significado creo haber descubierto la tarde que estuve en el Estrella de Sagitario:

No encontraba en el listado las casillas correspondiente a los kioscos ¿? de la calle El Castillo (hacía uno de los trabajo que hice en el periódico, el que narro en El libro del cuervo). Decidí abandonar la labor por imposible y bajar al periódico.
Portaba una maleta que me incomodaba cargar y que no pude dejar en un sitio que yo creía abierto, pero estaba cerrado. Tuve que arrastrar la maleta hasta los almacenes del periódico. Cuando llegué allí, ya no era una maleta lo que tenía en la mano sino un libro. La vieja Zarito (ver Libro del cuervo) estaba allí dentro esperándome, y próximo a una de las paredes del almacén, una hilera de montones de ropa, guardando entre ellos una misma distancia, con forma de zigurat cada uno, como si la zona hubiese sufrido un temblor de tierra. Zarito me dijo que dejase el libro sobre su montón de ropa, enfrente de mi a mi izquierda,  y que recogiese de allí algo valioso que yo no acertaba a ver ni a saber qué era realmente.

Continuaré mañana (supongo), con el analisis, doctor Freud.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

etiqueta: de otro y mío.

No sé si tu intención es acabar volcando ilegalmente mi obra completa en internet, para que lo poco que saco de la literatura acabe yendo por el desagüe de tus actividades delictivas, pero como sigas pirateando a diestro y siniestro mis textos, violando todos los derechos y leyes de propiedad intelectual habidas y por haber, te voy a meter un puro que te voy a dejar temblando.

Avisado estás.

Roger Wolfe

*
Al margen de que el puro quede en cigarrillo mojado, este toque de atención al autor de un blog no está demás difundirlo. Ayer Luis Alberto de Cuenca (autor amigo de Roger), del que yo tenía tres libros dedicados y algún gracioso me dejó solo uno, porque no estaba a la vista, contesta, en una entrevista en La Opinión, que no le importa que sus poemas sean difundidos por otros. Me parece bien. Pero me parece mejor lo de Roger. Y me acuerdo de más de un novelista, cercano, que no tuvieron reparos en piratear este blog y poner textos míos, sin citar procedencia (lo que es más grave), en sus novelas. En su momento me encogí de hombros. Pero me reservo el derecho de denunciarlos --no a la Justicia, Dios me libre de tener juicios y ganarlos-- sino a quien quiera oirlo, sin más. No tengo tiempo ni dinero para embarcarme en aventuras con abogados y procuradores.
Yo no soy fontanero ni electricista, esa frustración tengo, ni policía, como quería mi padre, pero este oficio tiene su valor social, si lo que se ha hecho merece la pena. Como es mi caso. Así que advertidos quedan los piratillas.

Otra coincidencia es que decidí por fin lijar y dejar lista una novela cuyo borrador data de los años noventa, sembrada con aventuras y desventuras que pasé en Gijón con Roger Wolfe. En los diálogos, el personaje que representa al poeta español y ciudadano ingles dice lo que dijo en la realidad. Nada de lo que ha publicado sale en esa novela inédita. Menos mal. En la radio sí he recitado poemas de Roger, y lo seguiré haciendo si es menester y me dejan. Pero siempre indicando quién es el autor. Leyes aparte.
La novela que dije se abre con una cita del actor y escritor que protagonizó películas como Nosferatu (una delicia, la vi el lunes pasado en el pub El Hombre Bala) o Aguirre o la colera de Dios. Una cita de la novela-memorias de ese gran actor Lo que necesito es amor (soberbias las 40 primeras páginas). Más o menos decía: "Lo que necesito es odio. No desprecio. El desprecio es infame. Lo que necesito es odio".  Sí, odio feroz es lo que a veces uno necesita para evitar que cualquier listillo te toque alegremente las orejas. Lo demás es literatura. Pero la literatura que vale lo que Borges llamó fatiga de la imprenta, la literatura (gracias JRamallo) Realismo Punto Cero.

martes, 20 de noviembre de 2012

pasado, presente y... ¿?

Mira que mirar más negro,
mira que mirar más triste.
Ese pájaro en la jaula
y no le ponen alpiste.

El otro día en Los Cristianos, Ernesto Suárez presentó el libro Tierra de pájaros, de Ignacio Gaspar. Como al parecer ya el crítico poético no se acuerda de uno, nos ahorramos la banal y tediosa conversación que sucede entre dos colegas que se cruzan y que no tienen nada qué decirse. Mi contacto con él fue breve in illo tempore. Hace muchos años, me invitó a un congreso de poesía que se celebraba en el Ateneo de La Laguna, adonde también, como yo, viajaron desde Asturias a la ciudad histórica mis entonces amigos José Luis García Martín y Roger Wolfe. Amigo de superficie el primero y más intricado Roger. Posteriormente, a Martín le pedí un relato, en forma de diario, sobre su estancia en Tenerife para la revista Lunula. Antes no les daba importancia a esas cosas. Ahora que sí empiezo a darles importancia --influencia de las vanidades sociales-- informo de que, con que esa colaboración, Martín inició lo que a la postre se ha convertido en la producción más llamativa de su obra, aun teniendo en cuenta sus temidas críticas (que hoy vierte a veces en su diario), sin pelos en la lengua. Me refiero a su diario público, que ha salido a la luz en varios libros y que ahora continúa en su blog La Arcadia. Recuerdo que aquella entrega, su viaje a Tenerife, ridiculizaba a los presuntos poetas de aquí que en aquel momento lo agasajaron y lo adularon y lo llevaron de excursión a Taganana y al Teide, como es natural. Pero Martín no tiene nada que ver con el godo mártir, taimado y petulante que habla paja y la mitad no la entiende ni él mismo. Martín es un autor de estilo diáfano y que va al grano, y además de admirable estilo, o quizá por eso, es un hombre con una inteligencia reveladora y divorciada de cualquier componenda política patológica. Lo dicho, lo contrario del godo confuso y taimado a quienes en este país, aquejado de complejo de inferioridad, muchos intentan imitar, con los mismos o peores deplorables resultados. No los entienden ni en su casa, pero ellos contraatacan recurriendo a supuestas fuentes que están por encima de la mayoría. Sí, las fuentes todas están por encima de la mayoría. Por mi parte, gozo ahora de uno que, entre otras, me ha inspirado estas coplas serviles:

En guerra con mis entrañas
no me interesan las guerras
de una muy fea alimaña
que anda por estas tierras.

Por ese oficio le pagan,
por ese oficio de lerdos;
que su dinero lo gaste
con su cohorte de cerdos.

De tanto querer ser más,
da asco lo que es de menos.
Más vale sufrir aprietos
que deber favor a ese ajeno.

Con quien me juega legal
es que con quien sufro y divierto,
mas a la infame batata
no trago ni aunque esté hambriento.

Antes sufrir de sed
que beber con ese muerto.


Bueno, que el preludio me gastó la hora de ordenador. Quería escribir sobre un actual caso de política literaria protagonizado por Roger Wolfe. Saludable dar de ello noticia y discutirlo. También pretendía contar un sueño cuyos significado latente descubrí ayer mientras le echaba una mano a Marcelino en el Sagitarius. Mañana, si Dios quiere, será otro día.
Hoy nuevo programa de La Puerta (supongo) en Radio Unión Tenerife. Un programa que empezó con la imagenería de un barco a la deriva, acción teatral que generó aceptable derrota. Hoy en peligro de estrellarse en los desfiladeros de la infamia, y necesitado de un nuevo Capitán al mando. Yo, por maniobras enemigas, pensaba pedir la liquidación (dos patadas) y mandarme a mudar. Sin embargo, después de leer la última entrada del blog ¿ES suyo este jardín? mejor sigo allí de cuerpo con su voz hasta que el director de la película decida el fundido en negro y The End.

domingo, 18 de noviembre de 2012

esperanza en el alcalde y dama azul ondulante

Loores a garbancito,
el alcalde de Santa Cruz,
que el cuento sea verdad
y hallemos no sólo pus
en esta oscura ciudad.

Y que Martín y Tavío
en un público romance
hagan la escena del lance
y del barranco un gran río,
que sus corridas alcancen
a siembra de buenos hijos.

Viajé pal Sur con el Cuervo
tierra de rojas rosas,
también de la rosa azul,
maravilla son las cosas.

En esa tierra de pájaros
posó Gaspar su alambique,
luego una dama de azul
fue reina del alambique.

Nos adentramos en cuevas
de ondulantes lunas,
oímos canción de cuna
y vimos en las arenas
el baile de las sirenas.

Abrazos a Quico y Laureano,
Berto desaparecido,
recordé los tiempos idos,
los perdidos, los ganados.

Allí entre Proust y Balzac
con mi escritora escondida
y con Fernando en la florida
senda del buen estar.

A Cruci no pude ver,
no sé yo por qué avatar.
a veces no está el azar
como debiera de estar.



sábado, 17 de noviembre de 2012

coplas con hueso....

Ayer me tragué un hueso
y me sentí sin decoro
por hablarle tonterías
a mujer que es un tesoro.

En un guachinche de conejos
que está por La Matanza,
se me quedó en la garganta
y me vi del blanco al negro.


***

Gracias a Carmen y a Pepa
ya tengo nevera nueva
donde guardaré la fruta
que le gusta a Genoveva.

Me riñe porque no corrijo
las arrugas de los años
y todavía no me rijo
por las leyes del rebaño.

***

La mujer canaria
que sabe amar
tiene cuatro maridos
o está fatal.

Esto era en los tiempos
donde no había cristianos,
lo que uno hacía en verano
otro lo hacía en invierno.

Así era costumbre isleña
hasta que el godo puso remedio
y lo que antes era luz pública
ahora está en oscuro secreto

ahora son otras patrañas
y otros son los duelos.

Yo soy el cuarto marido
de la novia de Emeterio
que se llamó Poesía
y hoy está en el cementerio.

Murió de melancolía.
Habrá que poner remedio.


***
y sin más coplas mimosas
anuciar próximo encuentro*.
Viajé pal sur con el Cuervo,
tierra de las rojas rosas.


* entrada.

jueves, 15 de noviembre de 2012

apuntes con color añil

--Tú sigue portándote bien, mamón, que mañana irás al cielo.
Lo malo de mañana es que nunca llega, lo que sabía aquel de la venta: hoy no se fía...
Los chistes del pasado ponían más interesante el infierno. El cielo eran cuatro beatas y dos curas eunucos, y San Pedro aburrido esperando clientes. En El Decamerón, un religioso sabía dónde estaba el cielo y enseñó a la feligresa dónde estaba Cristo, al que había que guarecer en el cielo para recibir la gracia de Dios. No me acuerdo del final del cuento, no sé si lograron si la gracia de la civilización divina o la de la salvajada humana.
*
Hay novelas que tienen aceptable estilo pero no resisten el paso del tiempo. Uno las olvida, las acaba olvidando. A veces, empero, recuerdas una escena, una situación. La lectura de La pasión de Laura (de José Rivero Vivas) iluminó en mi memoria la novela de Corín Tellado Llama a tu marido. Una historia amorosa con fondo social. El protagonista se separa de su rica mujer porque ella no pone remedio a la penosa situación de los obreros que trabajan en unas minas propiedad de la dama. El protagonista, donde el valor moral alimenta una vida próspera (constante en esta autora), es acusado de comunista (a lo que él asiente, si comunismo es querer que los obreros vivan decentemente), fenómeno que me llama la atención en una novela publicada en pleno franquismo, cuando la palabra "comunismo" estaba impregnada de pólvora y no de chicle rancio. Puede que los censores no se molestaran en leer literatura para mujeres.
*
Habla Ramón en su Bosque del día de compra en el rastro. Otro que compró allí un libro --este si regateó, uno de tres euros quedó en uno-- fue Marcelino. Abrió el libro --primorosamente conservado-- y leyó:

 El hombre corriente es o un ganador o un perdedor y, dependiendo de ello, se convierte en perseguidor o en víctima. Estas dos condiciones desaparecen mientras uno no ve. Ver disipa la ilusión de la victoria, la derrota o el sufrimiento. 

Paso ahora de la compra de la goma de la olla y de Juan Pedro en el almanaque, porque la reciente entrada del bosque quemado me despertó mi drama de victorias y derrotas con las gafas. Sí, las perdí. Tenía dos y perdí las dos, una detrás de otra. Una en un festejo, la azul, y otra (negra) corrigiendo por la calle el borrador de un amigo. La negra no tiene historia. La compré porque me habían secuestrado la azul. Una chica peruana que conocí en una fiesta en San Andrés. La llevé al Puertito de Güimar. Se había quedado con la casa del novio sirviéndose de una vulgar estratagema. Primero lo denunció por Violencia de Género. Le concedieron orden de alejamiento. Entonces llamó al novio, que lo había perdonado, que fuera a visitarla esa misma noche. Seguro que era un pendejo enamorado. El hombre acudió como un corderito. Ajeno a que ella había llamado también a la policía, denunciado que el hombre estaba acercándose a la casa. Lo metieron en la cárcel.
--El cabrón se llevó las llaves de su coche... ¿Tú no sabes cómo abrir el coche?
No, ni sabía. Ni quería saber. Pude haber aprendido cuando un amigo de juventud quiso enseñarme. Gracias a Dios, no había aprendido cómo hacerlo. Por la mañana busqué las gafas.
--¿Qué gafas? Tú no tenías ningunas gafas.
Si ella decía que no tenía, es que no tenía. ¿Tú te hubieras puesto a discutir?
Pasaron meses y me compré las otras. Otra noche la volví a ver, en el mismo pueblo. Esta vez soberanamente sobrios ambos. Me dijo que las gafas azules las tenía en su mesa noche, y que todos los días las limpiaba. Si quería, podía llevarla otra vez al Puertito y me devolvía las gafas. Yo, que soy un mentiroso casi profesional, captó cuándo me estan diciendo verdad o me están metiendo un boliche.
Recuperé las gafas, pero no aguardé a la mañana siguiente para alejarme de aquella mujer que quería que le comprara una mesa de masaje para sacerle rendimiento. Aún no había leído, ni conocía a su autor, Cucarachas con Chanel.

Esto me recuerda que aún no he podido ver el último corto de la factoría Zoo Punto Cero. Dejo para otra mañana la disputa entre naturaleza y civilización --en Rojo y negro y en Justine--, y aprovecho que Clara me invitó a comer, que ya tengo nueva nevera y...

lunes, 12 de noviembre de 2012

Una noche, en la curva de Vistabella, amigo Escritor Escondido, una noche que no me hizo falta jurar mi divorcio con la leche cabra (qué daño me hizo), me torcí un pie. En lugar de estar pidiendo ayuda por el móvil, tenía que haber estado más atento a la lectura, y más cuando pasas por una página especialmente oscura como esa zona. Pero meter la pata es un oficio que aprendí desde corta edad. No voy a quejarme por eso. Ahora con los amigos más cotidianos ocupados (uno en viajes continuos entre Las Mantecas y Las Galletas, otro cargando --como Sísifo la piedra-- con la Estrella de Sagitario, y otro encerrado en las minas de la creación narrativa e ideológica) y las novias desaparecidas ((la de Sur con la puerta cerrada, la de Este buscando otras brisas, la del Norte en otros montes y la del Oeste no queriendo ni verme, y mi prima Vera que no coge el móvil)), cuando me canso de estar en casa, ahora mirando por la cerradura lo que hacen Monique (en Rojo y negro), Teresa (en Justine) y la azafata de la Piel Suave (similitudes en esta con la Anastasia de 50 sombras, novela que no le llega a la cintura a Corin Tellado según mi hermana)), salgo a leer, a pesar del pie jodido, esta ciudad. Los pies fueron defendidos por Antonio Bermejo como los órganos principales del conocimiento. El interés por la ciudad, sus centros, sus escapatorias, sus límites, reales o administrativos, ocupan mi curiosidad de hombre que no tiene otra cosa mejor que hacer.
Hasta hace poco, la ruta hacía rodar la memoria y las ideas, y parte de esas aguas desembocaban en un ordenador de Tenerife Espacio de las Artes, los dioses lo confundan. Ahora ya no. Y algo que he ganado. El pensamiento y la memoria las apago como la luz cuando cierro la puerta de casa. Es la mejor forma de oir la ciudad, que no es sólo espacio y tiempo, privados y públicos, sino sonidos. Desde la sirena de una ambulancia a las conversaciones de la gente. Y letras escritas que forman un mensaje que otros con más espíritu indagador sabrán descifrar.
Ayer domingo estuve en el rastro, acompañando al Cuervo en una compra dominical. Libros de autores canarios a un euro. Bueno, si regateas puedes comprarlos por la mitad de precio. El valor es menos manejable. Allí encontré uno de José Rivero Vivas editado por Benchomo. El deseo de Laura. Interrumpí otras lecturas y me enfrasqué en esta obra del viejo escritor de San Andrés. Carece del barroquismo de otras más ambiciosas. Es esa falta de ambición, de limitarse a contar lo que ve y lo que piensa una niña de diez años, lo que me hace encantadora la novela. Realismo social. "De rabiosa actualidad", dice la propaganda de contraportada. Curiosamente, es ahora, treinta o cuarenta años después de salir a la luz, que esta pequeña novela trasmite una rabiosa actualidad. Esto me recuerda que debo vencer los límites del Este y acudir a San Andrés, a echar una parrafada con don José.

sábado, 10 de noviembre de 2012

desvaríos en el estanco

El cíber que hay en La Maldad es un coñazo. Está en un estanco. La silla es de pata corta, la mesa de pata larga y el teclado está a la altura de los hombros. Lo que suena en la radio es infame, y lo único que saca del marasmo es la voz de la estanquera vendiendo golosinas a los guajes. Me recuerdo de una cosa que escribí hace tiempo, y que publicó Alberto Linares, en La dama es una trampa:

El enamorado de la estanquera
escoge cinco minutos de paz
en su día de locura
y se acerca quedo a mirar
el rostro apetecido.

La intuida, ajena (a la visita
es devorada por sueños cansinos; ...
y el visitante compra
y huye de un fantasma ingerminado.

El final no lo recuerdo bien. Creo que decía que la chica no le hacía el mínimo caso. Pero no era de esto por lo que salí de casa a escribir. Sino de las relaciones entre Rojo y Negro, Justine (de Sade) y La piel suave (Trufeaut-?), cada una de esas novelas en sitios distintos de la casa. Es curioso como tres novelas, abiertas al azar y que te invitan a leerlas, hablan entre ellas como si los tres autores estuviesen juntos, narrando historias que se cruzan. Pero como este recinto no ofrece ningún recogimiento, mejor hablar de política local.

Santa Cruz se está poniendo interesante. El alcalde Bermúdez se da a valer. Puede que su alianza con el ahora vicealcalde Martín, contra viento y marea, dé frutos políticos en esta cruz de ciudad. Literarios ya los ha dado. De nombre Puerto Santo en la novela de Juan Royo y Santa Pus en Cucarachas con Chanel.   Curiosamente, en estas dos novelas (las mejores, que yo sepa, que se han recién publicado, donde Santa Cruz es algo más que un ardid oportunista del narrador) los nombres de la ciudad quedan distorsionados, uno por referencia histórica y en otro por definición más exacta de lo que hay por estas calles. La ciudad, en esta clase de novela, es el personaje principal. Los entes humanos valen lo que los piojos en una cabeza. La cabeza es lo importante. Y los únicos piojos que se salvan son los que han establecido una relación de simbiosis entre ellos y la ciudad que sufren. Dr R en Cucarachas con Chanel (realismo punto cero) y el pescador del cherne y matador del godo en Puerto Santo.

En fin, con los libros tengo una relación de amor-odio. Me han condenado a esta profesión de bellacos, oficio de campanero, en lugar de otros menesteres más nobles y más cristianos. Pero les debo tiempo de mi vida en que la lectura fue inmensa. Una pasión que no se ha extinguido pero ya uno va pa viejo.

como me estoy haciendo viejo
ya cojo por los atajos.
Cuando me sale un conejo
lo mando para el carajo.

Creo que el mejor libro no está escrito. Lo va escribiendo la vida. Lo vamos leyendo en la vida. Los días son sus páginas, las semanas sus capítulos, el infinito libro de la vida, donde todo es igual y nada es igual.

*
Feliz idea que se abriese por fin el edificio de los masones, convertido en una biblioteca, organizada por Eduardo García Rojas y Victor Roncero, uno en el ala derecha y el otro en la izquierda. Jansenista y jacobino. Y el patio, propiedad del pueblo.

Recuerdo ahora le gente amiga del barrio Salamanca en la lívida juventud. Me separé dellos porque me llamaron más en aquellos tiempos las izquierdas del barrio Duggi. La pasión discursiva de Concho, la sabiduría de Juammy, la música de Grupo Salvaje, y nueve muchachas que conocí en la playa de Masca. Primer párrafo de la estrategia del perdedor. Mi elegida me eligió pero yo no supe verlo. Y me fui con otra que me tenía atado.  Con semejante atadura veo ahora a los personajes señora Tavío y señor Martín en el cuento El día que me enamoré de Cristina T. El nombre de Martín y nacimiento del personaje, lo inspiró mi ahora desaparecido amigo Martín el Perla, pasó por Martín el crítico poeta novelista asturiano y ahora casualmente ha desembocado en este Martín de la política urbana. Nuestra ciudad merece una reflexión. Los significados límites de zonas como la avenida de la cárcel, El Castillo Negro, El Mirador de los Campitos o el Muelle Norte. Lugares de corrientes de energía que se cruzan (como en el relato de Oscar Domínguez): la salvaje del Gran Canal y la civilizada Rambla. Y esculturas dignas de cabalistas místicos, si los hubiese. Pero creo que no.

jueves, 8 de noviembre de 2012

probando

A veces pienso y la cosa da resultados. El otro día en el bar de Nelli, un andaluz enterado propuso un enigma:
--Cuatro por cinco veinte más uno 22... Te doy un mes para que lo resuelvas. Matemática pura, sin trampas...
El otro, el que estaba con él, empezó a romperse la cabeza. Yo también. La única que sabía la solución era Nelli, pero es mujer de Dominicana y allí las mujeres lo saben todo, los hombres se dedican a demostrar que son tígueres. Ni yo ni el otro dábamos con la respuesta.
Mi tocayo Jesús, viejito elegante y bebedor de vino, me decía que el andaluz era uno de esos que se creen más que nadie y no saben ni rascarse los huevos.
--Y dime tú --le dijo al peninsular--, ¿qué animal pare congritos? --En el habla se interpreta el sonido "con" como preposición: "con gritos". El anadaluz se quedó pensando y no quiso estrar en materia, su discurso se centró en "cuatro por cinco...".
Lo bueno que tiene la paranoia es que uno investiga hasta el fondo hasta ver la luz. Me despedí de Nelli y de Jesús y me fui a oler la flores blancas de un arbusto en la calleja del Tanque. Cuando entre en casa escribi en un almanaque con letras en braille: "4 x 5...". No me hizo falta escribir más para saber la respuesta. Como todavía soy como un guaje, salí otra vez, bajé pabajo y le dije al andaluz que la trampa estaba en el lenguaje, no en las matemáticas.
--No es lo mismo... el orden de los factores altera el producto...
No me entendió. El otro, que había gastado ya una caja de servilletas con el enigma, si comprendió.

Pos ahora tuve que resolver otro. Pero este no lo puedo escribir aquí porque corro el riesgo de caer otra vez víctima de la ley del silencio. Me interesan ahora más las leyes de la naturaleza. Rouseau, el fílosofo hipócrita, está en el telón de fondo de Rojo y negro. En algo que escribí más abajo fui injusto con la crítica.
Dije que Rojo y negro estaba caduca. Porque en aquellos tiempos vale que en el casino se reúnanlos maridos puros para reirse del cornudo. Hoy es distinto --aunque Juan Royo no está de acuerdo--, son los cornudos los que se rien del pobretón que no tiene con que pagar un puto amante a su pobre esposa. Juan se asombró cuando comenté esto en la radio. Se creyó que me estaba refiriendo al casino de Santa Cruz. Dios me libre. Lo que conozco del casino de Santa Cruz es bello y las veces que estuve allí´no vi a nadie reirse de nadie, sino al contrario, comer bien y hablar bien.
Fui injusto con la novela de Stendhal. Rectifico y me perdono. Es actualísima. En cuanto Julián, el pobre del pueblo que se mete en el mundo de los ciudadanos, sale de las pasiones de la señora Renald (personaje a incluir en el tema del adulterio, principal en Madame Bobary) y en París se desempolva de la hipocresía provinciana y adopta la parisina, la novela es actualísima.

Hoy seguro que Julián iría a la conferencia del doctor Segura en Librería del Cabildo,de Tenerife. Yo no voy. Una pena. Me pierdo un tema que me interesa, que marcó la política de la radio durante una época (política del rey Sabio) y me pierdo la discursiva de Víctor Roncero, hombre ilustrado como el Julián de la novela del hombre que se desmayó en Florencia.

Y ahora, a ver si esto funciona y no he escrito en el aire todo esto.

lunes, 5 de noviembre de 2012

ley del silencio o si mi verso valiera tu pistola...

No creo que nos haga célebres a la morralla que acudimos al TEA el veto técnico, formal o político (ni siquiera informan, y si preguntas, no saben, no contestan. Bueno, menos vicio, pues esto del ordenador también puede matar o provocar debilidades mentales, como las de esos bufones que se creen reyezuelos del liberalismo aristócratico y, en verdad, son más pollabobas que tú y yo juntos, que ya es decir. En fin, personajes nos da la santa realidad. Aleluya.

No es la realidad la que genera las palabras. Son las palabras las que crean la realidad. Pienso, oyendo una conversación en el bar de Ibrahim.

--La mujer del Mañas nada que ver con él. Anda por el barrio hablando lo que no tiene que hablar... Sí, hombre, una rubia con un buen culo...
--La mujer del amigo no tiene culo...
--Bueno, la rubia... porque pelo sí tiene, ¿no?

Lo que no se puede o no se debe decir. Lo que hay que callar cuando con el dedo nos amenazan...
El tramo, supongo que hay un tramo --Mr Cuervo está más puesto sobre el filósofo W, a ver si echa una mano--, lo que no se puede decir no se puede decir y todo se puede decir. Y apelo a Cuervo no sólo porque ha investigado más y mejor el pensamiento y vida de W, sino porque la mente mía está hoy aviejada, huele a rancio.
En todo caso, imposible escapar del caso Abubukaka o del cierre de una TV antigubernamental. El primero ha conseguido una publicidad para el grupo de teatro que da hasta envidia.
Pregunto --no sé pa qué pregunto-- si Abubukaka incumplió el contrato no escrito: No muerdas la mano que te da de comer.
El patrón, el de la mano, actuó con pocas luces. Cayó en la trampa. Seguramente no ha leído a Maquiavelo. Yo tampoco.
No sé si el grupo teatral ha mejorado desde la única vez que los vi, una noche que Dulcemirar y Bellasonrisa, etc., no me llevaron a bailar a la Puerta Verde (hicieron bien, no sé bailar). No me quedaron ganas, no de ir a la Puerta Verde sino de volver a ver a esos payasos vestidos de limpio. Se pasaban de bufonescos, chirriaban; humor para marujas, en el mejor de los casos.
(Hoy Andrés Chaves habla de este caso, y tiene la picardia de aclarar que no ha visto a ese grupo sobre un escenario. Eduardo, en El Escobillón, califica lo censurado, que Abubukaka ha colgado en internet, como "mediocre memez", "payasada pueril". Me fío de Eduardo, no creo que hayan mejorado. Si el patrón, el de la mano, en vez de enmierdarse con una censura pueril, hubiese vetado el pase por la tele por falta de calidad en lugar de meterse con la cacareada libertad de expresión, hubiese ganado puntos en vez de perderlos. Esa --le preguntaré al Cuervo, si lo veo de humor-- es la diferencia --no me hagan caso, soy la voz de la morralla ignorante-- entre el primero y el segundo W.

Mañana, en La Puerta, Radio Unión Tenerife, más de los mismo.  

*
Otro episodio de lo que no se debe decir, ocurrió en el Club Náutico la otra noche. Pero si hablo de esa noche, mucho más importante es la exposición de Marianella en este Club. Un día por Madrid, viendo exposiciones con mi mujer, me quedé tan harto de ver cuadros, que Carmina tuvo que convencerme para entrar en la que nos quedaba. Era de pinturas y dibujos de Haring. Ocupaban todo el espacio. Maravillosa. Desperté de letargo pictórico. Nunca había sentido lo que en aquella exposición hasta el otro día, con las mantas de Marianella. Gracias, amiga.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Se canta...

Quien tiene la información tiene el poder, se decía no sé si cuando el ministro Guerra invitaba o no a salir en la foto. Me refiero a qué diablos está pasando con los ordenadores del TEA (Tenerife Espacio de las Artes). Fallo del sistema ó orden de ver pero no tocar. Imposible hacer un comentario en otro blog o escribir en este. Servicio negativo. Hasta ahora me lo tomaba como un servicio generoso, no como un servicio a un ciudadano que paga impuestos y una Seguridad Social que procuro no usar ni para que la doctora de cabecera me recete cialis. Uso como genérico las semillas de la planta mágica del Gran Canal. No molesto a la doctora del ambulatorio de San Andrés, pero no me quejo del pago a la Seguridad Social, ni a Hacienda. Me quejo de la falta de explicaciones de quien se supone que está a las mercedes del ciudadano. En fin, que le den por saco al ciudadano. Lo mío es el pueblo. Y más hoy, amigo Agustín, Agustín García Calvo...

se canta lo que se pierde
con un papagayo verde
que lo diga en tu balcón


En el Balcón de Clara, mi amiga sin sombras aunque me diga las verdades. Por eso la quiero en tercer lugar. El primero y el segundo lugar no lo cuento.

MaMurió Agustín García Calvo. Escribió contra la muerte, el Estado y el rey. Manifiesto contra el despilfarro,
escribió él y sus amigos en París. Nunca como ahora en vigencia ese escrito de la comuna antinacionalista zamorana.

No descanses, amigo. No nos dejes solos.