jueves, 24 de enero de 2013

entradas y rimas

--¿Qué voy a hacer contigo?
--¿Aparte de volverme loco?
--Éso imposible, ya lo estás.

Puede, pero hay grados. Como Juan y Ramón ayer.
--No digas eso en la radio --uno.
--Ni lo pongas en el blog --el otro.

Vaya, y con qué me doy yo pisto y quedo yo como el escritor madrastro, que se mira al espejo y no quieras oírlo más porque se repite como la morcilla asturiana.


Mire usted, don señorito.
Prefiero mis fuertes burros
a sus confusos jamelgos,
y calentarme los ritos
con olorosos carburos;
sus esquizoides bombillos,
motivos de sus revuelos,
con gusto se los devuelvo.
No sirven. Están fundidos.


En esto estaba, copiando al dictado de la mosca en el bar de Nally (que ya no cree en hombres ni en mujeres porque todo es falsedad), cuando me abordó una desconocida.
--Si me permite, vengo a ofrecerle una entrada para el Circo del Sol.
--¿Y eso?
--Queremos que hable del espectáculo.
--En la radio somos cuatro: Ramón, Juan, Alejandro y yo.
--No, en la radio no. En su blog.
Qué cosas. No sabía que gente desconocida leyese este blog.
--Tiene la entrada en taquilla a su nombre.
Le dije que no. No sólo porque odio las taquillas y los cajeros. Sino porque ir solo al espectáculo no me despertaría elogios. Que es lo que quieren. Elogia, elogia, maldito. Si me hubiese ofrecido dos entradas, todavía. Hubiera invitado a quien yo sé. El otro día la vi en S/C y había perdido kilos. Estaba más esbelta. Hubiera sido fácil oírla a la salida y traspasar sus elogios del Circo a esta página. Pero no.
La que no me ofrece nada, sino que copie, maldito, es la mosca. Otra vez dando la lata con sus rimas.


El cornudo puso los cuernos
a su esposa La Martirio.
Con otra gozó el delirio
de engañar a engañadora.

Lo supo dicha señora
y montó en cólera negra.
Se alió con la madre, suegra
de aquel ingrato marido.

Dos mujeres han cocido
pócima. No deja huellas.

Hoy don Arturo, el Perlas,
descansa en el cementerio.
Hoy su cuerpo es solo huesos
y ya de nada de acuerda.


--Y vete a bañarte  --dice--. Esta noche en la Mala Vida recita Antonio Cifo poemas de Felix Francisco Casanova.
Ella manda y yo obedezco.

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