miércoles, 20 de marzo de 2013

esperando un perfume

Agenda: Sanantonio me prometió el Euforia para Rosa. Espero que cumpla.
Sigo entusiasmado con la lectura de El animal enfermo, de Philip Roth. No es una novela universo, como El marino que perdió la gracia del mar o La casa de las belladurmientes, entre otras, pero es una novela mundo. Se le nota demasiado el truco pero da igual, se le perdona. Además entra en un tema que a mí me lleva interesando hace mucho tiempo (a otros les da por el Sahara), a raiz de la dialéctica del marido y el amante. Los celos. Lo celos recorren la arteria principal de la novela.

Consuelo me dijo que, cuando estaba en el instituto, tenía un novio que deseaba apasionadamente verla mentruar.
--Llámame cuando te empiece la regla --le pedí--. Quiero que vengas aquí. Yo también quiero mirarte.
También. Así son los celos, incapaces de ocultarse, así de febril es el deseo... y así es como sucedio algo cercano al desastre.
El casi desatre sucede cuando Carolyn, la otra, descubre un tampón usado.

También me interesa esta novela por sus relaciones con el Gigoló. David también es un coleccionista de mujeres. En el gigoló no es un tampón. Sino un chicle. Un Doublemint. Y el lugar no es la papelera del cuarto de baño sino la mesita de noche del dormitorio. Los celos en el gigoló comienzan en el punto en que se hace visible el miedo de David, el miedo al rechazo. Ya no existe este miedo. El rechazo es una realidad.
En cierto modo comienza cuando la enfermedad es evidente, cuando la belleza ha desaparecido. No hay temor sino evidencia. Imposible ir a un gimnasio a recuperarla.

Un gimnasio de golpes de poder parece el programa La Puerta (RUT). Me recuerda una escena de la película de Cantinflas El señor diputado (?). Cándido, Jesús, Víctor, Ramón, y ahora Juan. Ramón ha pasado a ocupar la silla de Lizundia. La silla del nahualt. Juan, la silla del tonal. Y yo la silla que fue de Ramón en los tiempos de radio Tijuana, que Víctor se la intento quitar pero no pudo. Ramón tiene rasgos comunes con Lizundia. Un poder intelectual innnegable, aunque a veces se derramen por un estilo pesado. A todos nos ocurre. Y yo, parezco cortado por la misma gran tijera que Víctor Roncero. El payasete del circo. Ese es mi papel. Cumplirlo con dignidad es mi tarea. Echo de menos a Alejandro, pero Rafa me cae bien. Formamos un equipo. A ver cómo jugamos y cómo se desenvuelve Juan Royo, el paisano de Puerto Santo.
--Hay otra persona esperando --me dice una rubia de la Biblioteca Municipal del Parque la Granja.
Pienso en Clara. Seguro que hoy no me llama por teléfono.

Lunula 27 mira hacia el Sur. Alberto Linares. Nadie mejor que él conoce la canariedad de Lunula. Yo hablaré del diseño. Y Anghel leerá su poema significativo, si hay suerte y amor y salud. Dios lo quiera.

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