lunes, 22 de abril de 2013

revisión

Tiempo de crisis. De replanteamientos con esto de la escritura. El papel aguanta todo lo que le pongan, recordaba Antonio Bermejo. El papel lo puede aguantar, pero las personas no. En unos casos, he hecho burla, o ironía, de algunos colegas que la hicieron conmigo anteriormente y lo encajé como un deportista. Todo lo que puedan decir de uno, es cierto. Uno es el judío que tiraba piedras a María Magdalena. Uno el filisteo. El traidor. El mentiroso. etc. Lo normal, en gente como yo, dada a todos los pecados y camuflajes, es buscar un chivo expiatorio. Ver en otro lo que no se quiere ver en uno mismo. Cuando devolví el golpe a los que se metieron conmigo, la reacción general  fue el enfado. Eso no me importa. En mi hambre mando yo. Pero cuando he puesto en los campos de las dudas ha gente que sólo me ha hecho bien, la cosa cambia. Así que me replanteo todo esto. Corregir al menos un diez por ciento de los errores que uno ha cometido, y hablo de los más veniales. La formación evángelica que tuve en la juventud, confesiones públicas, no funciona en un país católico. No hablo de abandonar la escritura porque, aunque ya escribir no me produce casi ningún gozo, he perdido oportunidades más beneficiosas por devoción a cánones autoimpuestos que mejor hubiese largado esa devoción por el sumidero. Pero el mal está hecho. Un mal que significa el arreglo de algunas novelas publicadas (sobre todo Libro del Cuervo, donde la historia de los gatos no está enteramente contada, y es la que da significado y atmósfera a esa novela), Vertical blues (si Baile del Sol dice sí, aunque ya temo que dirá no, pues la respuesta era para últimos de marzo y estamos avanzado abril. Primer capítulo en Lunula 27) y Horizontal jazz, en manos de mi Amigo (esta palabra hay ya que escribirla con minúscula o mayúscula, depende de un grado serio de amistad o una simple concordancia social, como estado/Estado) Jose, incluso --si encuentra cómo meterse en esa trama-- como coautor. Otras obras las he dejado en el ordenador sin ánimos de darles movimiento por ahora. La que si pienso darle movimiento es El gigoló. Si Malcolm Lowry estaba bien encaminado en su teoría de la novela (recuérdese la carta que remitió a su editor para salvar de la poda Bajo el volcán), en esta del gigoló, o el puto escritor, que también podría tener este título, la cosa ha salido como el maestro hubiese querido: ninguna pieza sobra, ninguna pieza falta. Ahora sólo queda ajustar un poco más la estructura y afinar el estilo en cierto tramos. Contaré con la ayuda de Juan Royo (diestro en la estructura y la creación de personajes) y de Hosmán, Bisturí en el Zo.0). Y luego, vacaciones. Salir de la escritura un buen rato, salir del barrio unos días, salir de la isla unas semanas... Y pedir disculpas a la gente querida que he molestado u ofendido con este ingrato oficio que no sé ya para qué sirve. 

Y Mañana martes, Covi García en La Puerta. Invitada única. Una poeta aún con brotes y no todos comestibles. Necesita otro camino... Ya me estoy metiendo otra vez donde no debo. Perdón.

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