miércoles, 26 de junio de 2013

Que un editor publique Cucarachas con Chanel (una novela clave no sólo en la sincronía --como bala el pedante-- sino en toda la diacronía de la escritura en Canarias --nos merecemos lo que tenemos--) y la tenga apalancada en los depósitos, como el prisionero de mayo en la mazmorra, ese editor es como el ballestero que mató al pájaro que cantaba. Y digo esto porque esta novela está entre la más regia, inteligente y rotunda narrativa que tenemos por aquí (junto con Ensalada de canónigos). Otras obras también con valor, con mérito, lo mismo, lo mismo que hacen de este país colonia o pipa hedionda; igual suerte... El editor, por lo que se ve, no sé a qué precio, obta por darle cancha a otras obras, mediocres, sin alma, sin vida ni pensamiento, puro corta y pega y a ver qué sale y no digas quién es el corrector, porque el corrector es un cero a la izquierda, y cuando no son obras mediocres, de usar y tirar en el mejor de los casos, abundan otras que ni de usar, profundamente infumables. Con editores así, los godos están servidos.
 Por mucho que lo veneremos como persona. Así decimos, como El Día de Paulino Rivero. Este editor como persona, chalet y coca, si es que la da por ahí, que creo que no, y tampoco tiene chalet, no exageremos. Ya está bien de sandeces. O valoramos lo que tenemos o nos vamos a tomar por saco, o a seguir lamiendo sacos, que al parecer es la costumbre. Lástima que JRamallo no se preste a ese juego. Mándate a mudar, amigo mío. Aquí no tienes nada que hacer. Ni tú, ni otros que también valemos algo.
Como Juan Royo, que ayer compró el libro de Charlín. No sé si lo leerá. Supongo que sí. Con Charlín nos despedimos de La Puerta hasta septiembre. Nuesto autor gallego no habló en el programa del alcalde de su pueblo ni de los políticos que visitaban el puticlub donde fue gerente en Las Palmas. Más de lo mismo.  

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