miércoles, 4 de septiembre de 2013

Numerosos libros atractivos en la biblioteca. Como duermo donde está la biblioteca, los tengo todos a manos. Hasta un cómic sobre la vida de Joyce. Lo devoré en una tarde. Manuel y Sibi decían que era pasable. A mí me encantó, los dibujos sobrios pero sin faltar los detalles. También ayuda a leer el Ulises. Este libro tan relacionado con Cucarachas ( en la máquina de construir) que me asombra. Con la diferencia: en lo que en Joyce es acumulación, en la novela de Ramallo es depuración.
 Pensaba esta noche pasar aquí las anotaciones de la libreta, el viaje, acontecimientos en el barco --discusión de uno con un padre a cuenta de su hijo de siete años, que no lo dejó ver concentrado el partido Málaga-Barcelona, y la conversación de un gaditano con otro a cuenta de cómo hay que educar a los hijos... la comida a bordo, bien, sólo que dan agua y no vino, pecadores--, de la corta estancia en Cádiz --encuentro con la gitana que me leyó las manos y con las alemanas que me leyeron la voz-- y el viaje en guagua con mi ocasional amiga la negra culona, aunque ya no estoy para profundos conocimientos ni con blancas ni con negras ni... iba a decir ni con moras. mentira. La moras me subyugan. Son joyas bien envueltas. 
Lorca tiene parecido a Santa Pus, que un barranco --aquí en Lorca no digas barranco, no lo entienden-- las divide en dos mitades especulares, como diría Roberto Cabrera. Sobre la Montaña un castillo al que aún no he ido. En la falda, la población gitana, que hace vida de pueblo, con los niños jugando en las calles y le gente mayor por fuera de las casas, alegando. Un gitano de hacerse el tonto, se acercó a que mirase no sé qué rollo de revista. Le dije que no me interesaba. No me interesan los gitanos que se hacen el bobo. Una noche en Gijón conocí a uno que me amenazó con una navaja, terminamos siendo amigos el resto de la noche, no sé si Roger se acuerda. Este episodio tengo que incorporarlo a Vertical blues, esa novela caótica que dice Juan Royo.  
--... puedes dejarla así, y a lo mejor dentro de diez años se pone de moda la novela caótica canaria. 
No sé si Vertical blues y Horizontal Jazz  (títulos que le debo a don Nitido, que no siempre es epígono del narrador seudo poético Cedro de la Espina) tendrán porvenir tal como están. Son novelas que nacen de un borrador que se se llama Bufón Bocacosida, que lo he mareado hasta la perdición. Como mareé otro que Isaac de Vega (me acuerdo que me dijo que la LL se escribía Ll) leyó una tarde en Igueste. O por darme ánimos o no sé por qué, me dijo que estaba muy bien. Se lo leyó desde la primera a la última hoja. Tenía que haberlo dejado así. Pero no. Quisé ponerle literatura. A lo Joyce. Inflé la cosa y la llamé Telarañas, que también tiene que ver (en sincronizaciones estructurales) con Ulises y con Cucarachas con Chanel, pero esto es historia para más tarde. Ahora estoy en Lorca. He descubierto al poeta lorquino Eliodoro Puche. Agrieta la cáscara, pero no llega a salir del cascarón. Pero es un embrión de poeta. Como Juan Ramón Jímenez. Lo que no es poco entre tantos impostores.
Caso aparte --sincronización jungiana-- es que Sibi me dijo hoy de una amiga que conoce un ciego que vende cupones que admira a un poeta de aquí, y es curioso porque buscando en google a un poeta gomero que admira el ciego que se pone a la puerta del mercado Nuestra Señora de África, encontré cuatro poetas gomeros viejos --siglos XIX-XX--, poetas que lo mismo cogen la pluma que cierran el puño y te parten la cara, porque saben más filosofía que tú, que escribieron en décima cubana, en espinelas, cosa que también hizo el poeta lorquino Eliodoro Puche, porque gozó una amada cubana que le cautivó los óidos con las décimas. Me apunto a las décimas. A ver si le escribo una guajira a esa mujer que no llamo, y no sé por qué no. Hasta mañana, buenas noches.

pd. Leo lo de Dani pa Lunula. Por fin llegan palabras pegadas a la cosa. Por fin.

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