viernes, 27 de diciembre de 2013

no saques la botella, que se la beben

Vengo p abajo, pa La Granja, donde están los ordenadores y la conexión. Leo los blogs --leo El Día en el bar de Ibrahim --especialmente el folio de Andrés Chaves, casi siempre estupendo, y a Peitaví lo veo poco, me cansa tanto moralismo. No es el caso, pero los que van de curatos me tocan las narices. Es culpa mía-- y aquí los blogs. Lástima que el de los animales esté parado hace tiempo. En fin, consumo la mitad de tiempo. 
Me paso la semana leyendo a Chéjov, buen regalo procedente de Navarra. El primer tomo de una reciente obra completa. Sin desperdicios.
Cuando venía en guagua (904) un viejal contaba con amargura un caso que le afecta. Parecía un cuento del ruso. El hombre se quejaba un millón de veces de haber ido, hace veinte años, a buscar al maletero del coche una botella de ron. Un compadre lo había invitado a comer. Compró cuatro botellas de vino y unos pasteles. También una botella de ron, pero esta la reservó porque la necesitaba para él --no dijo por qué la necesitaba--. Aquí --y seguramente también ahí-- si no llevas algo cuando te invitan a comer, préparate. Total que al final de la comida, el compadre no tenía ron. Así que el hombre del cuento fue a buscar la botella. Final de comida sin ron es como... ¿cómo es? Total que el hombre decidió ir al coche y volvió con la botella de ron. Tomaron los tragos y luego, como necesitaba el ron --se justicaba el pobre-- se llevó la botella, medio vacía. Mal hecho, claro. O no la saques, y si la sacas déjala, belillo. La mujer del compadre no volvió a invitarlo nunca más. No quería a ese tacaño en su casa. Hasta aquí normal. El caso es que el compadre no pierde ocasión de reprocharle su acción al mago belillo. La última vez fue --días atrás-- cuando lo invitó, sí, a ron. Un ron especial. En su piso de escaparse de la mujer. Buenísimo. No cabe duda. El caso es que el compadre, que odia los chupitos, le puso medio chupito. Para que lo probara. Y guardó la botella en un armario. Si el compadre iba a la cocina, dejaba un ojo en la sala, por si al invitado se le ocurría la defachatez de abrir el armario, abrir la botella...
En fin, que me alargo y el tiempo pasa. Bajé a copiar un papel, ya arrugado, sobre la cosa de las personas del verbo...

"Escarbar en la llaga" es fórmula que defendió Henry Miller. Si la practicó o no es otro cantar. La fórmula es válida. El artista del hambre (Kafka) y Lázaro (Andreiev) son frutos de meter la pluma en esa llaga que no es tuya ni mía y es tuya y mía.

Bueno, si no se me pierde el papel, arrugado y medio mojado, seguiré otro día la copia. Ahora ya me cansé de estar aquí dentro, sin un buche de ron, y me voy a dar una vuelta por Santa Cruz Leído. Tiene buena pinta. Está cerca, en la Rambla...

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