domingo, 12 de enero de 2014

qué malito estoy y que poco me quejo

--... no sé por qué pierdes el tiempo con ese mal amigo tuyo, que te pone a parir a cada rato.

Como en los versos de Catulo, más o menos:

Por qué se que Lesbia me ama.
Porque me pone a parir sin descanso.
Que es lo mismo que yo hago,
hablar mal de ella a todas horas.
Y que me los corten si no la amo.

--A falta de buenos, hay que cuidar a los malos --respondo, y evito meterme en literaturas.
Pero la verdad que también están los amigos que llegan en moto hasta la puerta, meten en casa una cesta con comida (gracias, Jessi, por el pastel, me llegó al alma) y... que me disculpen por... bueno, por esas cosas. (Ah, Cristian, olvidamos la fiambrera del puchero.)
Hablamos de desaparecidos, de Antonio Bermejo, de El cafetín (Isaac de Vega) y Cristian dijo que hay que apartar la rabia. Ahí dio en la clave.
Me he estado preguntando todos estos días las causas de haberme puesto malo. Una mala alimentación, un sereno nocturno... sí, pero la causa principal la ira, el mirar atrás con ira. La ira no es buena compañera de viaje. Nadie hace daño a nadie, decía don Juan (de Castaneda). Es nuestra propia bobería o estupidez la que nos hace daño. La rabia al otro es la bilis del hipócrita. La curación es lenta, si hay curación. Siempre la hay.
Lamenté ponerme malo porque no fui a la inauguración de pinturas de Evelia, en Librería del Cabildo.
La veré después, estoy por encima de la librería, aunque sea a través de la cristalera.
Pies flojos pero grato paseo hasta aquí. Hay sitios bellos y otros que hacen pensar.
Bajando por el campo de fútbol del barrio, un mercedes descapotable. Dos sujetos que me recordaron personajes secundarios de Un camino a través del infierno (Javier Hernández). Los volví a ver cuando iba a cruzar la calle Salamanca. ¿Una señal? Supongo que sí. Pienso en la obra propia.
Un cuento ahora en manos de Jose, el gigoló en las de Hosmán... me centro en Vertical blues. Las observaciones de Juan Royo han sido abono en buena tierra. La novelita avanza. Está basada en una época con Roger Wolfe en los subterráneos de Gigia (basada no significa biográfica). A Roger le prometí hablar de su último libro de poemas y aún... saber prometer es sabiduría. ¿Cuándo la tendré? Ni siquiera he tenido la cortesía de mandarle Libro del cuervo o Llorad las damas.
Y por lo demás Nada. Ah, sí. Jose, pásame entonces la del velillo y si hay que quitarse el sombrero, nos lo quitamos. Y ahora a ver si encuentro una Farmacia abierta. Ayer me hablaron de una cosa que se llama paracetamol, creo.
Joder, me están fallando los finales. Chéjov, cuando le sucedía, lo solucionaba con puntos suspensivos...

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