miércoles, 22 de enero de 2014

Viene a mi memoria, oh reina afortunada, dotada de excelentes ideas, que hay en estos tiempos, en estas edades y en la ciudad de Los Cristianos, un sultán del espíritu, un hombre admirable y delicioso, adornado de generosidad y valía, de nobleza y poderío, y que se llama Rar, nombre raro pero existe. Este hombre encantador ha sido un disipador de riquezas, un pródigo que no ha conocido ni frenos ni reglas, sobre todo con prodigalidades para con innumerables mujeres, de todas las razas, con precios exorbitantes que acabaron por agotar las arcas de sus inmensos tesoros. Un día le anunciaron de los bancos que las cuentas estaban vacías. Cuando Rar supo que toda su hacienda se había consumido, se arrepintió de su mala cabeza. Fue entonces cuando se acordó de un libro sobre Cabeza de Perro, el trágico pirata canario que hizo dinero en Cuba y murió aquí en Paso Alto.

Los libros se mezclan, como el gofio cinco cereales. Isla nada me ha sorprendido. Un estilo depurado que no había en El año de la seca. Un estilo al servicio de los personajes y de la historia, incluído los escenarios, y no adicto a la fanfarria retórica. La música le puede, sin embargo, al autor. Su elección de Luis Feria (el poeta que llamó "señora de la noche" a la cucaracha, animal totémico en la novela de JRamallo) sobre Alonso Quesada es sintomática de nuestro desencuentro, el de Víctor Alamo y el mío. Alonso Quesada es un astro rey en la poesía canaria. Luis Feria no niego que una luna con sus brillos. Al margen, una frontera siempre tenemos en común. Isla nada es esa frontera, ese territorio donde la ficción narrativa es  habitable. Victor Alamo no tiene el estilo poderoso de Bukoski, pero se acerca en Isla nada.

Quien sí tiene ese estilo poderoso, también en prosa, es Alonso Quesada, en República Bananera. Cristian, el gran estudioso de esa obra en Las Palmas. Pero la historia de nuestra narrativa, la importante historia, comienza en Cuba. Con Cabeza de Perro. Pronto en manos de JuanIsla na Royo. Ojalá le compense los mil golpes que le ocasionó Isla nada. Ojala. 
Ah, lo lo arriba, en negrita, es una historia de las mil y una noche, adonde deberíamos regresar, amigo Eduardo.

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