miércoles, 19 de febrero de 2014

Esta Granja donde escribo estas memorias, está ahora llena de animales y bichos. En relación con este edificio, dos historias guarda la memoria. Una triste y otra que parecía alegre pero fue gris. De esta última se acuerda Marcelino (coprotagonista, sí, COPROTAGONISTA). La primera la dejo pasar. Hoy me pareció esta Casa de la Cultura una prisión de antiguos hippis que hoy son funcionarios. Algún trazo en la ropa los delata. El ganado que abreva, abreviando, en los ordenadores es variopinto. Pero aquí nadie se habla con nadie. Esto en una biblioteca.
Bajé a escribir del encuentro con un banquero ayer y la frase del día del silósofo del bar 
--Quien no sabe estar solo no merece compañía
y del encuentro festivo con Victor Roncero (el hombre que no saluda) el pasado viernes por la noche en SALA DE ARTE los lavaderos. Y Nguyen, deliciosa cocinera, qué bueno el pastel de arroz, y la charla poética existencial con Jos Marrero y Castro. Con uno de sus libros hice lo que con el de Covadonga, pero eso él no lo sabe. Marrero tiene traza de aquel boxeador gordito famoso, peso pesado. Hombre que encaja haciendo resbalar los golpes y, si le tocas los huevos, te rompe la nariz de un rayazo. Hombre de respeto José Marrero. El que no es de respeto es don Antonio Curbelo, que tanto pollo con Alejandro, que se marchó y dejó las máquinas al garete, no acertó a trasvasar al pene-drive el contenido del programa. Con Nguyen invitada, Juan Royo entendido en arte y curiosidades históricas, y yo levitando entre el recuerdo de los cuadros en LOS LAVADEROS y la presencia de Nguyen, yo viejo joven y ella niña madura. Me une a esta mujer vietnamita un símbolo. El símbolo tiene sus raíces en Roger Wolfe, en el amigo y en el libro ARDE BABILONIA. El símbolo es la cruz de San Andrés. Surgió hace unos veinte años mientras este escritor de lima gorda viajaba con una furgoneta del periódico El Comercio por los pueblos de Asturias. El símbolo sufría una suceción de contenidos, en uno aparecían mis amigos de entonces (Alberto Amez-Roberto Cabrera // y en la otra tabla de la cruz Roger Wolfe y Marcelino Marichal). Por designios del destino, hoy permancen en amistad Marcelino y Roger. Alberto y Roberto, por diferentes motivos, todos culpa mía, mea culpa, están hoy alejados. 
Y bajaba también a escribir --a raiz de los confidenciales de Chaves estos días-- de una película TEA que vimos aquí hace unos meses. Era de damas austriacas que iban a buscar putos negros a las playas de Kenia. 
Pero la que está a mi izquierda no deja de mirar. No sé si mirar de serrana o mirar de sirena, en cualquier caso el final es el mismo. Pon a funcionar la bomba de achique y ámarrate al mastil del barco en el caso de sirenas, y sal huyendo a todo correr si son serranas. Huye, hombre, y serás sabio.
Otro contenido de la Cruz de San Andrés era:  SABIO-HEROE // POETA-SANTO.

y el tercero:

CASA-LABERINTO // JARDÍN SELVA.

Hoy renace el símbolo, merced a varios factores que se juntan por la ley de la naturaleza, la misma que la del pensamiento y la percepción. 
Tres son las piezas en el engranaje de Cucarachas con Chanel. el 4 necesario es la figura que mueve al autor por un camino sabio y santo; es decir, de héroe y poeta. En la cara luminosa del símbolo. 
   
La vecina de ordenador se levanta, me guiña un ojo, tres parpadeos seguidos. Uno a continuación. Entiendo el mensaje. 
--Me gustaría hablar con usted, señor. 
Tiene cabellos de saber lo que habla, y labios de hablar sin perder tiempo. El tiempo. Se me había olvidado. Nguyen lo nombró ayer en el programa. El tiempo del reloj y el tiempo anterior al invento del reloj. Dos tiempos distintos...
Adiás, primero las damas.

No hay comentarios: