domingo, 10 de agosto de 2014

aproximación en versos a la narrativa isleña (II)

Puerto Santo
Juan Royo Iranzo



Llegó un fantasma a Santa Cruz
y asustó a toda su gente.
Los principales, qué indecentes,
escaparon al buen tum-tum
(¿quién quiere la mala suerte?);
los demás, ordenadamente,
más o menos, buenamente.
Aquí quedó un pescador
y entre otros una diosa
de la calle Miraflores.

Mientras la dama soñaba
con dineros y folclores
sufrió el fantasma un golpe
del remo del que pescaba
un cherne que en vano hablaba
lejos de lindos amores
que no son más que mentiras.
El hombre lo mira mira
suplicando al pescador.
Quién lo ve y quién lo vio.

Pidiéndole compasión;
no hay perdón cuando hay temor,
y aquel mártir fediondo
se hundió en el mar hondo
y muertito se quedó.
El hombre se perdió de vista,
uno más entre otros cuantos.
López Torres otro de tantos,
no vamos a pasar revista.
Una cosa es la política

y otra es andar jodiendo,
unos vivos están fediendo
y otros los versos escriben.
Unos mueren porque viven,
otros nacieron ya muertos.

*

Aparece en este libro
el masónico edificio
que me enseñó ayer Eduardo,
el mejor de nuestros críticos  (1).
En alto, un ojo clínico,
y un sagrado subterráneo
donde entrabas ignorante
y salías siendo sabio.
Templo de los masones
que aún no es el Balneario

donde Teresa bañó
su izquierdismo sedentario,
ni la calle Miraflores
donde ya no está la ámbar
que enamoró a un general
con sus toques de cintura
y su mirada sensual;
ni la plaza, ni la nombres,
que agoniza en la Rambla,
qué bello fue el escenario...

Volvamos a Puerto Santo.
Es la ciudad Puerto Santo
en la novela de Royo,
Juan delante, tras Iranzo,
con portada de Ramón:
un cherne que nos comimos
con el sal del himalaya
en casa de La Muralla
que en herencia me tocó.

*

Hay más en la novela
que ya tengo en la memoria;
que me examinen doctores,
me sé toda su historia.
En cementerio bombardeado
que hoy yace cerrado,
los hechos que allí suceden
Royo los cuenta con gracia,
mejor reír que llorar
de lo que fue inevitable.

Nuestro autor como Aristófanes
muestra al sócrates desnudo.
Y ahora, buenos lectores,
pasaré a Javier Hernández,
Camino por el infierno
estará en siguiente parte. 


(1)  Eduardo García, del blog El Escobillón. No me refiero sólo a las islas, sino también al resto de España, donde otro crítico mejor es García Martín. En el blog La Arcadia.


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