lunes, 22 de septiembre de 2014

Ordenadores escacharrados en La Granja. Todo se escacharra. Tiempos no líricos. Tiempos de reciclar basura. 
La empleada de formas generosas me increpa, qué estoy yo haciendo?. Nada, señorita, yo no hago nada, lo de siempre.
Se enfada porque le interrumpí un waseo por el móvil.
No es sólo este ordenador. La de al lado también pide ayuda. FUERA DE SERVICIO.

En casa me hice un lío con dos versiones de una misma novela. Bueno, se puede arreglar. Una novela a la que ya sé lo que le sobra y lo que le falta. No es poco. Con la frialdad de un cirujano. No están los tiempos para emociones. Hasta el asesino bosteza cuando el juez le lee la sentencia, máxima pena. ¿Y qué? Para vivir encajonado, ¿qué más da la cárcel que Las Margaritas?

Al matrimonio de Tacoronte le quitan la casa por una pared colindante. Bueno, no estoy muy enterado. No he seguido el caso. Es un caso donde el papel protagonista pasa ahora al malo de la historia. "El pueblo contra Urbano". El hombre que hizo valer el peso de la Ley. Un malo malo, que va hasta las últimas consecuencias, es un valor para un pueblo, encajonado hasta ahora en luchas pueriles, infantiles, sobre quién debe ser el alcalde.

Me bajo el viernes pasado a Librería de Mujeres. Presenta María Teresa de Vega Divisa de hojas, novela. Javier me dice que en noviembre saldrá la novela sobre Bermejo. Mejor dicho, sobre la obra perdida de Antonio Bermejo. Ocuparse de este autor, aunque sea mal --que no creo sea caso--, nunca es baladí. Como de Ignacio Gaspar si se nos muere. Hay que recordarlo, y mucho. Como a Antonio Cubillo, etc. Ignacio Gaspar gracias a Dios está vivo todavía. Estaba en la presentación. Con él y Pepe Marrero tomé un vaso en las mesitas del bar chino. Ignacio nos debe una novela. Dice que ya la tiene terminada. Y recuerdo a Pepe, que editó in illo tempore 485 años después del año de la nana, que me pase un ejemplar.
Es una obra en estado de erupción volcánico. No sé si en la que nos promete el autor, la lava se habrá asentado en poderoso malpaís. Espero verlo. 
Subo con Pepe en coche al barrio. Hablamos de Nuyén. De pintura en una noche pictórica. Pasamos de largo por frente del bar de las dominicanas.
La noche anterior había soñado con Nuyén y con Nally. Medio desnudas las dos en la habitación de un hotel de la avenida Bélgica. Querían quitarme la camisa. Eh, señoras, comportense; estoy en estado de castidad.
Llego a casa. Suena el móvil.
--Soy Euyín,
¿Quién es Euyín?
Una choferesa, conductora de camiones y taxis. Vive en un barrio del oste, en zonas que frecuenté de los siete a los diez años. Su voz es bonita y tiene encanto en el habla. Podríamos escribir un libro sobre una taxista, para competir con Marlou. En fin. Jesús. Cuida esa pata.


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