martes, 28 de octubre de 2014

Novela XIX (1)

Qué curioso. Anoche soñé que me visitaba un fraile, que lo que necesitaba este mundo eran plegarias, que escribiera plegarias, sobre todo a la Virgen, y hoy me encuentro con una en el blog Zo.0. "Virgen del Condumio". Que también es la de Candelaria, la Negra de los templarios, la que se llevó el mar o no sé quién. Pero lo que importa es el espíritu, la imagen puede variar. Aunque no sea nuestra madre, conviene rezar por la cosecha, por una buena cosecha. 
Se fue el fraile y llegó Quevedo. Tanto lee uno al autor que finalmente aparece el hombre. En este caso, autor y hombre están pegados. No tiene cura el oficio de Poeta. Me dice que me incorpore, me hace abrir un cuaderno, me dicta, y yo como soy un alma angélica, un pollaboba, obedezco.

Disparate y locura
es estar enamorado,
la razón deja a oscuras
quien cae en ese pecado.

Yo quiero negra tarjeta
y sacar dinero blanco
del cajero del banco.
Me dicen que soy un jeta
y yo respondo "arritranco".

Es un mundo esquizofrénico
el que esta tómbola ha dado,
caen de bruces los santos
podridos sus ecuménicos
púlpitos tan venerados.

--¿Esto va de largo? ¿Le piensa vender la letra a Pepe Benavente?
--Lo que quiero es escribir rap, como tu amigo ***; rap del bueno, con carácter, con ética...
--Vale, siga dictando.
--No, déjalo ahí. La desmejora, si poca, es mejoría. Me voy. Hoy sale Cristina Tavío en el periódico. Tengo que hacerle un soneto.

Se va Quevedo y llega un Juan. El capellán de Bearn (Mallorca) durante la segunda parte del siglo XIX. Es un personaje de ficción. De la novela Bearn o la sala de las muñecas.  Autor: Lorenzo Villalonga. 
Yo no conocía ni autor ni novela. La encontré el otro día en La Granja. La publicaron en el 69. Abrí al azar, leí, me interesó y me llevé el libro. El XIX siglo me persigue. ¿Qué grial tengo yo perdido allí? 
Lo de la sala de las muñecas me recordó la novela de Kawabata. La casa de las bellas durmientes:
Un burdel de vírgenes a las que les dan un somnífero y duermen toda la noche. Nunca sabe ninguna qué cliente ha estado en la cama. El viejo *** puede hacer con la joven dormida todo lo que quiera, menos penetrarla. Ahí está el límite del servicio. La virgen debe seguir siendo virgen. Y el hombre, pegarse un tiro cuando amanece. No me acuerdo del desenlace. 
En la novela del mallorquín también hay una joven, pero estaba bien despierta cuando su tío Antonio (protagonista de la novela) se la llevó a París. 
Se me ha pasado comentar la otra novela que dije, la portuguesa, más arraigada porque el autor también vivió el siglo que escribió: Eça de Queiroz, La ilustre casa de Ramires.

Es curioso, la novelas a veces dejan detrás algo así como el rastro de un sueño, un sueño clave, significativo. En fin, aquí fue el siglo de Cabeza de Perro, de Secundino Delgado y Nicolás Estévanez, el siglo de Secretos de Cuba...



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