domingo, 16 de noviembre de 2014

Santa Pus cultural

Sí, puede ser. Noviembre el mes más cruel. Con mujeres que caen en las calles, como hojas secas --cuenta Sibisse, más o menos-- y malas brujas, con desarrolladas inteligencias --esto no lo cuenta Sibisse-- que en lugar de rascarse se entretienen con malicias que las devorarán. Pobres. También caerán las brujas retorcidas, y ruedas de bicicletas sin gomas descuartizarán sus carnes y vendrán de abajo las ratas a comerse sus lenguas y las carroñeras de arriba a comerse sus ojos. A lo mejor me toca un pedacito, un pedacito de lengua --porque sin maldad no hay cuento-- y un ojo izquierdo, el ojo de la maldad, porque sin una visión desalmada el cuento es mentira. Aunque al final de "Abdalá del mar y Abdalá de la tierra" (cuento de las 1001 noche) se diga que la bondad siembra bondad.

En fin, que el mono deforme, tuerto y tísico sea tu primera visión cuando te levantes y tu última cuando te acuestes, si así lo quieres.
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El viernes en TEA (qué tétrica fábrica arquitectónica) vi un documental alemán. Muy bien hecho. Narra cómo los misioneros evangélicos, luteranos, abrieron inocentemente (?) el camino a la colonización alemana en Namibia. Los hereros, tribu más numerosa, se levantaron en armas. Perdieron la batalla. Los supervivientes huyeron. Fueron perseguidos con la orden de meterles un tiro entre los ojos a las mujeres y a los niños. Mas, para ahorrar balas, los ejecutores los adentraron en el desierto y los abandonaban a que muriesen de sed... Después hicieron campos de concentración. Ver las fotos de los concentrados despierta inevitablemente la compasión. Como la de ese perro, hoy en Valle Colino, al que el dueño dedicó un cartel antológico:  El perro no sólo muerde. ¡Mata! 
(El que mataba al perro era el dueño, seguramente llevado por la rabia de su propio desvalimiento.) 
Después, un misionero (no recuerdo el nombre) tuvo la idea de que era mejor alimentar a los negros y ponerlos a trabajar, al servicio de la gloria de Alemania. Las fotos esta vez son de jóvenes cubiertos de cadenas, grilletes, con odio en la mirada. 
Otros aspectos tiene el documental. La situación actual de Namibia, etc. Un rector de la Universidad de la Montaña declara que perdona a los alemanes muchas cosas, pero nunca perdonará que hayan matado el alma de su pueblo. Menos exaltados, un profesor namibio en una Universidad de Berlín, con traje amarillo, y el obispo de Namibia en tiempos del documental (2004, creo), pidiendo en una congregación de blancos que Alemania pidiese perdón por sus crímenes.

Lo del alma. Basta que Marcelino me hiciese una de sus preguntas de filósofo ("Si a ti te dicen que o pierdes una pierna o pierde el alma, ¿que eliges?). Yo elegí el alma, como si eso estuviese vivo todavía. Los africanos ya no tenemos alma. Pero bueno, podemos hacer que la tenemos. 
Una pregunta similar se la hacen a Califa el pobre (otro cuento de las 1001), y contesta que por supuesto el alma, ¿qué iba a ser él sin su alma de comedor de hachís?
Y ayer el alma otra vez. En la versión teatral (qué salita más desangelada) de Crimen. La actriz, una virtuosa. Y Ramón, que me aconsejó un aparato pal oído, entendió todo. Yo cuando hablaba con graves no entendí nada. Pero bueno, conozco la obra y rellené las lagunas. A la actriz le faltó desnudarse, enseñar sus pechos, multiplicarlos, enseñar su sexo, orinar sobre el público; pero representación aceptable, a pesar de la sala y los graves de la actriz. 

¿De salud? Mejor, Marcelino. Ya dejé las pastillas escachadas. El hachís mediocre, todavía no. Ya se encargará el Gobierno. ¿O no? A lo mejor al Gobierno lo único que le interesa es quemar marihuana. El hachís flojo se la trae floja, pienso. 

Monaga 16 viajes. Por mí, perdonado. Pero quiero conocer su historia de amor. Me la debe. Se la debe al contribuyente. 




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