martes, 23 de diciembre de 2014

y mañana navidad

Viernes.
Juan me hizo caminar, pero al final llegamos a la bella mansión de la presentación. Alejandro en el patio central custodiaba los Divisa de las hojas. Novela de María Teresa de Vega. El presentador me hizo añorar una azotea, recuerdos de la infancia. Sala noble. No muy fría. Decorada con cuadros y muebles de buena madera. 
--O te afeitas o te dejas crecer la barba. Así no inspiras seducción --me dijo Juan. 
A María Teresa no la seduzco ni con champán. Conoce a los Jesús. Sabe de la pata que cojean. En fin, luego tomamos Juan y yo una ostra, una cada uno. Comida la ostra, nos arrimamos a una mesa donde Mary Carmen, se llamaba Mary Carmen, esperaba a sus amigas. Juan la conoce de lejos, se presenta y trabamos conversación. A pesar de la barba, Mary Carmen se interesa más por mí que por Juan. 
--Es un pensionista con herencia --me presenta Juan, en cuerpo y alma. El cuerpo la pensión. El alma, la herencia. Así la tengo. Miro a Mary Carmen. Le digo que soy un reo que el señor abogado está custodiando porque mañana tengo un juicio. Juan la convence de que miento. Qué pena. Como reo me dan ganas de hablar; como pensionista, ninguna. Miro de abajo arriba. Qué piernas, qué rodillas, qué labios, qué pícara mirada, qué anillo de lujo en el dedo corazón. Juan había pedido una hamburguesa alemana. Una pa cada uno. Rodeada de papas fritas de entullo. No sabían a nada. Ni la hamburguesa ni las papas fritas. Cómo, me pregunté, en un mismo sitio pueden darte una ostra que recuerda el sabor de la lapa cruda, y luego una hamburguesa que es alemana. 
En fin, llegan las amigas. Se ve que les parecemos potables. Se muestran abiertas y simpáticas. 
La teoría de Juan es que a la cuarta copa de vino, la conversación comienza a coger interés. Yo en verano hubiese tenido interés desde la primera copa, pero en este invierno y después de esta hamburguesa lo mejor es adiós, hasta otro encuentro. Juan tampoco estaba por la labor. Así que nos fuimos.
Pasamos por el bar de Barreto. Ocupado. Un poeta adentro leía versos. Pasamos de largo. Nos quedamos sin un té digestivo. Es muy bueno el té en este bar. 
Nos despedimos de La Laguna. Mejor volvemos en verano. Cuando me recupere de la baja forma y la baja moral. Volveremos a La Laguna. ¿Dijo Juan cuatro copas?
Hago cuentas. Mi amigo ... dijo que me olvidara de veinte euros. No sé si lo dijo en serio o todavía está esperando que le devuelva el billete que le quité con alevosía. 
Debería hacerlo. Devolverle el billete. Si no con dinero, todo tiene un precio y todo lo termina uno pagando. Deudas no, por Dios. No más deudas. 
La cosa es que perdí el móvil. Al día siguiente de La Laguna fue un día de gatos. Esta vez no me refiero a Lucas. Una historia triste, que incluso solucionándola deja mal cuerpo. 
De esto me gustaría hablar. Del mal cuerpo el sábado por la noche. 
No puedo. Parece sencillo pero no lo es. 
Después de la acción de los veinte euros, quedar mal por segunda vez no es un buen trago.
Lo dejo estar.
Pierdo el móvil. Perdí el último mensaje de ... .
Me pasa siempre. Cuando no pago, al final pago.

Nuevo móvil. Tecnología avanzada. Lista de contactos vacía. Sólo un número. El más importante. El número que necesito si me da una fatiga de noche.
Otro que necesito es el de ... . Tengo que consultarle lo del ITE. Tengo dos meses de plazo.  
Y mañana nochebuena. 

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