miércoles, 14 de enero de 2015

esto y lo otro

Ficciones son realidades
frágiles como la espuma,
no hay realidad ninguna
sino nuestras soledades.

Morimos cuando nacemos,
nacemos cuando morimos;
todo lo que recibimos
son sombras en un espejo.

Soñé...vamos a decir que con la señora Si. Sueño erótico y épico. No sé porque en sueños hay amor y en la realidad ni ganas.
Amor pintoresco. Me recuerda unos versos de Saulo Torón:

te vi salir  desnuda
de la orilla del mar.

Había sido noche de desvelado. La cadena Ser no es gran cosa. Un programa de gente hecha polvo. Esta vez salió uno de Las Palmas que era todo lo contrario. Un echao palante. Se puso a darle lecciones a un enamorado infeliz que había llamado anteriormente. Dijo que en el amor no había que arrastrarse. En fin.
En el episodio épico del sueño nos búscabamos, en un viaje errático por una ciudad andina, preciosa, sin gente ni automóviles, edificios coloniales, colores cálidos sin etridencias. Una hora de la tarde, llegando la noche. Más que caminar, volaba por las misteriosas calles. Nos encontramos en una iglesia catedral católica. Aquí si había humanidad, multitud. Se celebraba una misa que parecía una fiesta. La mitad de los feligreses eran diablos carnavaleros, animados, contentos. La acogida de los diablos en el templo de Dios era necesaria y parecía natural. La oveja perdida de la parábola es el diablo, pensé. Los diablos se mostraban cordiales, nos abrían paso y nos indicaban el camino.

La realidad fue otra cosa. La señora Si me acompañó a radiología. Sala lo más parecido a un calabozo. Ella pendiente de su marido. Conmigo, compromiso caritativo. Luego una visita a la casa de una amiga suya. La amiga, cordial. La señora Si como si se alegrase de conocerse a sí misma, orgullosa de tener alcurnia, cultura y aventuras. Ocupó la conversación. Si en el sueño era misteriosa y bella, aquí en la realidad ni lo uno ni lo otro. Ganas de irme.

Drama de París. Hablan de libertad. En España, el PP denuncia a un chistoso gráfico por un chiste sobre el PP. Pienso en la barbarie y la civilización. La barbarie de la civilización. Barbarie pura es matar por celos. Aunque en un tiempo estuvo vestida de derecho al honor. Matar por religión, política o economía es también barbarie, pero esta vez pegada a la civilización como una deplorable lapa. Pienso también en la dialéctica del desprecio y el odio. Me acuerdo de Klaus Kinski, en su novela autobiográfica Lo que necesito es amor. Dice, en una página, que lo que necesita es odio, el desprecio desgasta, el odio vivifica. No sé si es odio o desprecio lo que tienen Le Pen y su 25% de votantes. Ni quiero saberlo.

Leo "Hiroshima", del libro Nagasaki de Antonio Charlín. Me interesa menos que "Nagasaki". En esta, pese a algunas fantasías y repeticiones de pesado, la realidad tiene un interés que no me es ajeno.
"Hiroshima" es mayormente la hostoria fantástica de un ególatra. Con cuentos de la lechera con final feliz, incluidos. El egolatrado que se da golpes de pecho a lo gorila tiene cierta gracia. El amargado de la vida, un poco menos. Pedro Juan Gutierrez, que sale en "Nagasaki", puede contar escenas desesperadas, pero en ningún momento hay lamentaciones. Además, no soy muy adicto (salvo Camus, de lo poco que conozco) al existencialismo. En El extranjero la situación no es como para tirar cohetes, pero tampoco hay un lamento. En "Hiroshima" me atrae la atención el amor del protagonista con la sobrina, que comienza cuando el tío con gusto le cambia los pañales. Cuando ya es jovencita, no hay pañales. Pero Charlín, esta historia digna de Kawabata, la deja en eso, en pañales.
Tampoco soporto a los escritores que les molestan las críticas. ¿Egolatría y complejo de inferioridad, todo junto? Es posible.
































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