lunes, 26 de enero de 2015

viaje al sur, 1 y 2

Esta entrada estaba reservada al poema de Alberto Linares Cinco cartas para superar a Rimbaud. Pero archivo en no sé qué programa, cortedad técnica, etc.
Con Berto tuve varios encuentros estos días en el Sur. Hay algo misterioso en los encuentros con un viejo amigo al que llevas tiempo sin olerle la piel.
Pero comencemos por el Principio.
Ramón me recogió en mi barrio actual, envuelto (el barrio) en un frío de invierno raro. Ramón no, cálido y hablador. Hablamos de lo que hay. La novela de Charlín, los avatares de un gran organizador (que no tiene nada que ver con Charlín sino con Isaac de Vega), una escultura que parece de Chirino bajo un campo fútbol de Adeje, las penas de Cabeza de Perro en una casita del Balayo, etc., y llegamos a Los Cristianos. Tenía que dejar aflorar aquí sentimientos para dibujar el encuentro con Sita. Aquí sólo se admite lo profano; lo sagrado se opiensa pero no se dice. El sentimiento está prohibido en este blog. Una pena. A veces ganas de entregarse uno a los sentimientos y mandar de paseo el cinismo y el humor barato. Mientras me doy un baño de agua caliente, qué delicia pal cuerpo, pienso en el humor en Fetasa. Es verdad que Isaac rechazaba el humor, y aquí la paradoja: Fetasa si le quitas los capítulos metafísicos, es un memorable cuento de hadas, con un exquisito humor, que en parte recuerda a Mihura...
Desde la casa de Sita, bajamos con Ramón a Librería Bárbara, por la ruta de las cuatro escalinatas. Antonio Charlín ya estaba allí, con Antonio Antonio Núñez, esperando a Karen, la heroína de Nagasaki. El año pasado estuvo ..., pero sólo media hora y todo el rato mirando el móvil, la otra heroína... se me fue ahora de la cabeza el nombre de la cubana de las mariposas en la espalda...

continuará

*

Berto no le gustó la portada. Yo creo que a Ramón tampoco.
--Soy el que más salgo --dijo, refiriéndose a los personajes en el telón de fondo de Ngasaki, donde el que mejor habla (de Charlín como autor) es el crítico Eduardo del Escobillón blog, que lo considera un albatros de la literatura, un príncipe de las nubes, y el que más habla es el crítico amargador, Jesús el de este blog, que ve la leteratura de Charlín sobre la cubierta y, rudo marinero, le quema el pico al pájaro.
El pájaro al que Antonio Antonio Núñez consideró el año pasado como un tahúr del Misisipí. En la misma librería Bárbara, y este año, el viernes, lo puso como un artista de los platos chinos. Antonio Antonio habló después de Sergio cantara. Buen cantante. Da gusto oírlo. Y tiene canciones propias que están muy bien. Antonio Charlín, esperando a Karen, le decía que cantara otra, y otra, y otra... A la novena canción el desconsiderado Jesús advirtió a Charlín que el público que tenía allí éramos nosotros, y el hombre, gallego educado, dejó de esperar a Karem. Mientras Antonio Núñez habalba sobre los platos chinos, Antonio Charlín le mandaba mensajes a Karen, y Karen sufriendo lo suyo, sin ganas de ir a ninguna presentación, ni siquiera de un libro donde ella es la heroína, donde sexualmente aparece como narrada por Sade, con el estilo de Sade, y espiritualmente el narrador quiere presentarla, suongo, como a la dama de la Camelias... 
Calla el presentador y se levanta Charlín. Narra el mismo cuento que el año pasado. El abuelo dirigiendo el tráfico y la abuela loando en público lo bien que dirigía el tráfico su marido. Una abuela que no sabía cocinar. 
Después Berto observó cómo un gallego responde a una pregunta con otra pregunta y Ramón estuvo sonriente con una dama rubia.
--Es guapa esa mujer --observó Sita.
--Ya es una dama --dije.
Una dama con estilo, con déjame entrar. La que le propuso también un déjame entrar, fue una italiana a Charlín, pero Charlín, hombre enamorado es hombre peligroso, no se quiso ir con la italiana, sino que fue a ver a Karen, a quien encontró llorando en su dormitorio. 
La librería nos invitó a un vino. No es La Isleta, de Tacoronte, que probé el otro día con Juan Royo en la Casa del Vino, pero se podía beber. Algo mejor el del Escondite. No sé qué sitio estaba cerrado y paramos en El Escondite con Quico el observado, Marielena lunar y la dama de Ramón, que no se quedó. 
Lugar afable El Escondite, donde la confianza es un arte y, como en una novela de Ignacio Gaspar, el sitio se convierte en la piedra de las conversaciones. 

Esa noche soñé con Sánchez Robayna.

continuará












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