domingo, 26 de abril de 2015

el rechazo

Yo erre que erre. Sigo con la misma novela en la cabeza. Y hoy con el calzado equivocado, unos viejos tenis que sin calcetines me escuecen los dedos del pie derecho. Un aviso político, seguramente. Bajé con intención de ir hasta el mar. El mar me alivia los ojos. El ojo es la herramienta del pintor. No me imagino a un ciego pintando. 
Nunca se sabe. Bueno, que sigo con la novela de Juan en la cabeza. Me interesa de pronto el fragmento del rechazo, el rechazo del hombre hacia la mujer que lo busca. Está en sintonía con el cuento de Antonio Bermejo La huida. Aquí el rechazo no va más allá del baile. El hombre rechaza, y en el rechazo imagina a una mujer de las que ya no existen. Sí en la novela de Juan. 
El personaje de Bermejo anhela, en un instante efímero, una hembra todo lo contrario de la que tiene a mano. Ayer leí una entrevista al novelista francés H, el que escribió que los islámicos toman el poder. Dice que el varón está callado. Callado como una puta. Quien habla ahora es la mujer. En el cuento de Bermejo habla el varón, el hombre que pierde el hambre de hembra. En Mejor cuando improvisas, el hambre de mujer no desaparece sino que está en otra parte, en la fantasía que imaginó el fetasiano Antonio Bermejo.
En el cuento no hay solución de continuidad. El rechazo es categórico, sin vuelta atrás. En la novela el rechazo es consecuencia de una elección. El abogado enamorado de Improvisar elige una fantasía ajena a su mundo. Marta Puma es una fantasía azteca que funciona porque nos la creemos, desde un primer momento la vemos como real. El truco del autor en este aspecto es impecable. 
En fin, me interesa el tema del rechazo porque lo vivo en propia carne. Una historia de rechazo. Conectada con el cuento de Bermejo y también con la novela de Juan Royo, a medio camino entre los dos textos. 

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