miércoles, 22 de abril de 2015

siete ninfas de mayo

en el almanaque de Nguyen
(borrador para una melodía infantil)

Yo quiero la que nada
en las limpias aguas,
yo quiero la que canta
la música clara,
yo quiero la que vuela
con transparentes alas,
yo quiero la pelirroja
que toca la flauta,
yo quiero la que sonríe
en la hierba y descansa,
yo quiero la amarilla
sus lindas nalgas. 

Niño de bello canto,
las ninfas no quieren niño,
las ninfas quieren sátiro.
Esto lo cuenta Fetasa
que le pasó al buen Ramón;
bello lo vio la ninfa
del barranco de Vilaflor,
pero al hombre le faltaba
la medida del varón.

Niño de bello canto,
las ninfas no quieren, no,
sino a quien sabe templar
el timple con el tambor.

Tú no te apures, niño;
el tiempo está a tu favor.
Cuando sepas sonar la flauta
te llegarán más de dos.

Aprende que el tiempo pasa.
Todo hace tabla rasa
y tú y yo nos parecemos
en este tiempo de ahora
que soñamos
lo que no tenemos.

No tenemos ninfa a bordo
sino barco que se hunde,
tú serás el alumno,
yo seré el profesor.

Sigue la sinuosa senda
de la primera lección:
es la ninfa que más vale
la madre que te parió.

Por ella eres judío 
de raza y de religión.

Detrás de senda hay camino,
es la segunda lección;
en ese camino estamos,
camino de perdición. 

Queremos los vanos sueños
y se nos va la ocasión.
Limpias Aguas nos dice
que nos espera en la Luna;
Música Clara emite
que vayamos hacia el Sol.
Alas Transparentes canta
que subamos la Montaña;
la encantada Pelirroja,
que bajemos al oscuro
subterráneo donde brillan
el odio con el amor,
y Amarilla pide verde
si quieres verle las nalgas.

Entremos, miremos,
la esperanza crece.
Las siete ninfas
en mayo vienen. 


Termino los versos y noticias de Ramón Herar y Juan Royo. Llegó a la isla Mejor cuando improvisas. La novela de Juan Ignacio Royo en G-21. La esperaba como agua de mayo. La buena escritura abunda. La auténtica escritura abunda menos. La novela de Royo está en este capítulo. El libro nos renueva la escritura moral que necesitamos. Yo por lo menos. Una novela que conecta, en genio, con Cucarachas con Chanel, con Fetasa, etc. No muchos etcéteras.
El instinto me dice que, si me pongo a contarlas, seguro que hay siete ninfas en la novela. Al hombre-lobo de la portada el azar lo lleva a encontrar una, la más bella entre todas, la primera encontrada. La que convierte en sátiro al abogado que cuenta la historia.
Quedamos Ramón y yo con el autor en la zona Miraflores. Yo salgo de la médico y bajo al tranvía, Puente Zurita. Veo a Nguyen. Tal vez a la misma hora en que Jose derrama amarillo sobre Sonrisa Rosa. 
La máquina del tranvía no admite el bono. Viajo gratis hasta la plaza Weyler. Conexión directa con Juan, que porta dos ejemplares del libro. El mío me lo da frente a un rótulo, rojo: APRENDE A BAILAR. 
Oigo la voz de Luisa. Inunda con mi nombre la calle donde estudié primero a cuarto de bachillerato. Suena como si me invitase a bailar. Con sabor de caracoles exquisitos.
--En la salsa está el milagro del caracol --dice Juan.
Llega Ramón. Cuenta que hace millones de años los planetas eran polvo y gas errando y colisionando en el espacio cósmico.
Juan me ilustra sobre la diferencia entre la elíptica y la eclíptica. Y me insta a que escriba la novela de la cueva, de mi vida en la cueva. Amigo, para escribir esa historia necesito opio. .
--¿Con qué te entonas tú para escribir? --me preguntó una vez noche Isaac de Vega en Igueste. 
En ese tiempo me entonaba con opio. Es la droga de los escritores, una droga libre en el siglo XIX. 
Ramón habla de los logros de la novela del siglo XIX. Juan dice que en el XIX nació la novela por excelencia, la novela realista.
Me acuerdo del Lazarillo de Tormes. 
El camarero burlón de... --en San Andrés-- nos sirve cabracho...
Salado cuentín.
No mates al camarero.
La novela es de amor. La novela de Juan. 





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