sábado, 9 de mayo de 2015

ayer

Tu belleza me amordaza,
ninfa de mayo,
mientras anhelo tus labios
y tu cuello de garza.
Enmudece mi boca,
me huye el pensamiento.
No tengo alfombra mágica.
Te vas y detrás de ti se va el mundo,
cada cual a su oscuridad.


No creo que pueda bajar hoy a Librería de Mujeres. Recita Alejandro. Mal cuerpo de primavera. Cuesta levantar cabeza en este tiempo descompensado entre el  sol y la sombra. 
Estuvo bien la presentación. Nguyen puso un punto sobre la i. Reducir la novela de Juan a simple machismo la desvirtúa. 

Primero vi a Alejandro. En Librería del Cabildo. Bajé con él hasta la plaza Weyler. Luego llegó Anghel, de una primera quimioterapia. Juan dice que la sala de quimioterapia del hospital es la antesala del infierno. Dice que hay un cuartito donde las enfermeras acarician a las víctimas de la enfermedad. Plato de disgusto. Anghel, aparte del cariño animal, tiene el interés humano. Si cae, adiós novela de uno en G 21. 
--Es un hombre de hierro --dicen
Ojalá. De hierro templado. 
Javier llega al poco, mientras estamos en las mesitas de afuera. Dice que mande páginas de este blog al Premio Benito Pérez Armas. Si hay justicia divina, sin duda podría ganar ese premio. En la historia o leyenda familiar, don Benito es tío bisabuelo. Un hermano suyo dejó preñada y colgada a mi bisabuela por parte de padre. A ver si un día Luisa me lleva a Lanzarote y descubro la falsedad o la certeza de este cuento. No creo que descubra nada, y además, qué me importa.
Luisa es una gran mujer que sabe cuidar a un hombre. A mí me apeló Mantita. Joder, cosa peor no me han dicho nunca. Es proverbial cuando una mujer es bella y además tiene inteligencia y olfato. Cada macho en su sitio.

Ramón me acercó al barrio en su coche utilitario. Hoy tenía cena con un empresario ruso. Del sur me trajo un regalo. Cueva de la pinga. Un principio curativo. Ya lo sé. Poderoso principio curativo.

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