lunes, 18 de mayo de 2015

movilidad reducida



Esto, y otras dos entradas, las dejé en borrador en su día. Al reler, tentación de corregir. No vale en el presente, corregir el pasado. Esta vez le hago caso a José Rivero Vivas. Lo dejo como está, y que sea lo que Dios quiera. Que tampoco es pa tanto. Minucias.


23 2  2014

14



Nuyén me solicita amistad por fc. Esto sí es un milagro. La amistad con Nuyén me recuerda a la amistad con la maltratadita. Amistad de quita y pon. Pero me alegró mucho que me lo pidiera. No sé si se apiadó de mi renunciación o sintió que pienso mucho en ella. 

Es curiosa coincidencia. El relato comienza cuando salí de casa, hablé móvil con K, que fue por casa, me dejó unos rosquetes, limpió la gatera y se fue, no me despertó. Mi relación con la cama es ahora digna de relato, pero lo dejaré para otro momento y espacio. Fui a la parada, frente al colegio donde admiten niños con déficit motor.  Subí a la 919, la que baja por el gran barranco, un autobús pequeño que va cuesta abajo como si estuviese en una montaña rusa. Veloz se desliza. El botón no funcionaba, el botón de PARADA SOLICITADA. Avisé al conductor. PARE EN LA PRÓXIMA. Paró. En esta parada un anucio.

SERVICIO DE TELEASISTENCIA
DOMICILIARIA

CON SOLO PULSAR UN BOTÓN

Pulsé el botón del móvil correspondiente a la cámara. Apareció la cámara, se me fue y me salió otra vez Nuyén. 

Aquí abajo, en el cíber por encima de la librería El Cabildo, he bajado a escribirlo. Pero también quiero escribir de otras materias (no sólo de amor vive el hombre), hablar de mi propia obra, una revisión crítica por la memoria que guardo de mi propia obra. Releerme es lo menos que me apetece. Sobra con lo que queda en la memoria.

Y contar lo que no he contado en el blog público. (Buf, no sé si cumpliré esta palabra.) 

Una niña mira lo que estoy escribiendo. Buena señal. Una pareja de niños contentos, niña y niño. En el ordenador de al lado, a la izquierda. Yo estoy en el ordenador 3. La alegría de lo que florece.   

noticias
Juan me anuncia que vio a Anghel, matado saliendo del hospital.
Ramón escribe de Leviatán, la película rusa nominada a los Oscar. 
Ya estamos en el año de La Cabra.




25 febrero
Cumpleaños de Carmen y de Eduardo García Rojas. 
Fui a comer con Carmen a La Laguna. Tasca palmera. Comida normalita. Me recogió en Ibrahim. Aquí Hilario estuvo hidangando cuánto cobraba yo, a cuenta de una asistenta que el Ayuntamiento puso al viejo Bin Laden. No se lo dije. Es una falta de respeto preguntar cuánto cobra uno. Falta de respeto normal. Ya aprendí en San Andrés como lidiar con pueblo, o barrio, canario. Hasta ahora me va bien. Incluso con movilidad reducida.
Leo ... . Es una novela que no me agrada. Y eso que yo no puedo hablar. Otro podría decir lo mismo de Agosta escribe. Pero no sé, incluso la truculencia y la casquería requiere un estilo, y si no aciertas, tírate por un puente o pégate un tiro. Sin embargo, la novela tiene un episodio curioso de cuando el narrador está en cama e intenta coger, sin levantarse, un objeto necesario que se le rodó desde la mesa noche. No fue el gato. Esta novela no recuerdo que hable de gatos. Habla de un nuncio que pide caca para tenerla empalmada. No sé si se la dieron.
En casa, las tareas domésticas que antes eran coser y cantar, sólo vencer la inicial pereza, hoy tienen un significado heroico. Hasta vestirse uno por las mañanas. 
Con Carmen hablando de amigos y trabajos. 

*

26 febrero

Hoy por poco no cogí la 919. Cinco de la tarde. Es la que más me gusta por la sensación montaña rusa. Es la más pequeña y se desliza con más desenvoltura por el pavimiento, primero hasta la rotonda y luego por la avenida del barranco, hasta la parada donde me bajo, cerca del puente Zurita.
Puente Zurita tiene una zona, por encima del puente a la izquierda,
que hace bueno el verso de Panero la ruina como sinfonía del acabamiento. La imagen es soberbia. La vida y la ruina conviviendo. Sin embargo ya no se mata nadie tirándose por el puente. El puente dejó hace mucho tiempo de estar de moda como lugar de suicidio. Tampoco bajan chiquillos al cauce a bañarse en los charcos del fondo. No hay más vida que la imagen deshabitada.

Cogí la 911. Me deja en plaza La Paz, frente al supermercado. Camino y entro en el Aurora. Aprovecho para hojear La Opinión. El Día, desangelado después de la ausencia de Andrés Chaves, lo hojeo por las mañanas o a mediodía en Ibrahim. 
Ayer hablaba de Jose (en nuestro lenguaje conversacional Jose es Ramallo) con Carmen. Hoy me envía un mensaje. Me pregunta cómo ando. Me alegró recibirlo. Y en estando aquí, en el ciber, llamó Marcelino, que acaba de llegar de Las Palmas.
Carmen está en La Gomera. Viaje de trabajo. Con la sicóloga de su empresa. No me llevó. Hizo bien. Cualquiera me lleva a ningún lado.

*

27 febrero
Sigo desvelado de noche. Hasta más de las cinco de la madrugada. Los libros al lado ya están gastados. Necesito nueva lectura cerca. A veces, cuando bajo a la rambla, compro El País. Es el más grato en diseño tipográfico. Pocas cosas que recordar de esta lectura del periódico. Acaso un reportaje sobre los que van, por diez euros, de aplaudidores a programas de televisión. Ganado de feria, mal pagado. Al final el protagonista del reportaje decía que al día siguiente iría Pablo Iglesias a no sé que plató. ¿Le importará al político creciente esa gente que aplaude cuando se lo mandan?

Noche en vela. Intento recordar un libro donde anoté un sueño, en las páginas de respeto. Un sueño que vale un mito de las ruinas. Podría ir acompañado por la imagen de fachadas en la ladera del barranco por encima del puente Zurita.
Termino de releer El Fulgor del barranco. No es una enorme novela pero tiene su miga. Creo que el destino final del moro es un error del autor. La última escena con la señora, en su cuarto, pide otra escena con la señora. El autor se desvió del camino. Si quería ser truculento, hubiese podido hacer que el moro matase con la pistola a los dos guardias que mataron a los anarquistas en el barranco, y hacer desaparecer los cuerpos. Y los "ajusticiamientos" en el mar, vivirlo el personaje del lado de los vencedores y un último capítulo con la señora visitando la cueva que habita el moro, de noche, en ropa de dormir, después de haber dejado drogado con somnífero al deplorable Juan Camacho, su marido. Juan Royo, el autor, se equivocó y metió demasiado a Franco en una novela donde Franco pinta poco, un mero detalle en el telón de fondo. 
La releí porque los capítulos están fechados, y esto permite reducir cada uno a una carta del Tarot. Es curioso, en los capítulos marcados por El Carro, un barco es importante en cada uno. Son los capítulos en los que sale un barco.
Puede que siga investigando. 

Ramón llegó a casa por la tarde. Puse una cafetera al fuego. Subimos al piso de arriba. Hizo lo que pudo pero no pudo hacer nada. No pudo cambiar la bombilla de la escalera. Una de las de abajo, del salón, sí la pudo cambiar.
Ramón hace buena pareja con el gato Lucas. 

Ayer con Marcelino, buen rato noche cordero y vino de la tierra en la calle La Noria. En una mesita de Los Reunidos. Rodeados de curiosas humanidades. Me está entrando el hambre. Ya es de noche. Ramón se fue al Sur.
Carmen dijo que me llamaba mañana. Mi hermana pasó a mediodía por casa y me dejó un túper con albóndigas y otro con potage.
--Te traje poquito porque tú comes poco.
--Pero puede traer para dos veces.
Fue con Eva, su hija menor. Le di la cuenta de Icod. No ha recordado lo de lavarme ropa. Seguramente don Rey del Mundo, su marido, se niega a que meta ropa mía en la lavadora donde mete la suya. En fin, lavé yo mismo la ropa pequeña, calcetines, calzoncillos, sobre todo. Por lo menos le pasé un agua y un poco de jabón. 
El café hirvió. Café hervido, café perdido. Ramón me bajó en su coche y me dejó en la calle Salamanca. Triste fachada del antiguo cine Price.  
  
sábado, 28 febrero
Peitavi, en diario digital donde escribe ahora, habla de seguritas y añade que así llaman los belillos a los agentes de seguridad. Vale, belillo. En otro artículo, García Ramos arremete, con razón, contra los libros mal editados. En fin, cada sabio con sus obsesiones. El sabio Salomón describe en su blog la diferencia entre ética y moral: la ética tiene que ver con la deontología y la moral con la almohada. Tiene sus aciertos Salomón, por algo es sabio.
Ramallo me escribe que lucha contra el aburrimiento. Lo acompaño en el sentir. Días atrás tuve vena coplera, pero ya se me fue. Una pena. Me ayuda a pasar la noche sin dormir. Dejo para otro día ordenar un poco el cuarto, renovar los libros de la mesanoche. Anoche me leí El País casi entero. Hasta que me aburrí y apagué la luz y seguí aburrido. De vez en cuando saliendo del dormitorio al baño y, sentado en una esquina de la bañera, fumar un cigarro. Ya dejé el ron, no me animo a dejar el tabaco. Me acompaña esos minutos sentado en la esquina de la bañera entre no dormir y no dormir. El gato Lucas sube la escalera a ver si lo dejo entrar en el cuarto. A veces lo dejo. Ahora ha aprendido urbanidad y no alborota. A veces le da por morderme, es su modo de decirme que no tiene comida, y lo echo afuera, a que baje a dormir en el sillón de la sala. Él no tiene problemas de sueño.
A mediodía en el bar de Ibrahim viendo, por ver, el Granada-Barcelona. Dos cortados y me voy. Hasta la parada frente al colegio. 919. Cuando esta guagua se desliza despacio, se notan todos los baches. Ninguna belleza, no sé si es por el sol, en la zona Puente Zurita. Me paro en el bar adonde iba Bermejo. Una caña. Gano 12 euros en la máquina.
Aquí los blog nada, menos el Zo.O, con un reportaje sobre una exposición con Gaceta de Arte.
No vale la pena bajar todos los días al cíber. Tengo que cambiar de rutina.
Carmen no ha llamado. Marcelino tampoco. Nunca imaginé que tuviese deseos de contacto con el mundo, aunque sea hablando con el móvil.
Manuela ha aparcado su insistencia después que estoy callado en público.
Donde no hay amor, y el afecto está tocado, la insistencia sobra. Y su amor tampoco me lo creo.


El espaciador del ordenador 1, donde escribo ahora, se atasca. Mejor me voy, a comprar El País y subir otra vez al barrio. 

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