martes, 14 de julio de 2015

copia de un cuaderno de una mujer... (1)

13.XI.83.  PUSILÁNIME es una palabra que encontré por primera vez en un libro de "política", en el bachillerato. No me gustó. La encontré muy ajena. Y sin embargo ahora está cobrando todo el significado. Esa especie de temor reverencial hacia todo el que tiene un status se me agudiza de día en día, pasando de una situación de bastante seguridad en mí misma a la más absoluta inseguridad y desamparo. Nada parece haber sido superado y hasta estoy tentada de pensar que los genes no son a-genos a semejante "conducta" ya que mi progenitor da muestras de haber sido así toda su vida, rozando a veces la cobardía, y a mi madre en cuanto puede, esa desconfianza del terreno que piso y esa subordinación a intereses.

28.XII.83.  Miedo de empezar una libreta para que todo siga igual. El ciclo del amor se cierra con el ciclo de la muerte. Lo más opuesto al amor es la complicidad, aunque sea lo que más se parezca. Cuando el amor se acaba empieza la muerte y la complicidad no es más que un sucedáneo. Si hay fondo en los posos de la copa, ese es el fondo de los trozos de mi ser. Ellos van saliendo dolorosamente recortados por bisturíes extranjeros y negándose a abandonar el contacto de mi carne y cuando salga el último, si sale, la muerte habrá triunfado sobre el amor definitivamente y la soledad de este desierto calcinado sólo se alegrará con las risas infantiles, de los retoños que escaparon de milagro a la esterilidad de unos amores sin sentido.
En adelante, si nos dejan, habrá que seguir viviendo. Nada más.


INFANCIA
Pocos estímulos "culturales"; veo la diferencia con mis hijas a pesar de que la educación que reciben no es ninguna maravilla.
Vengo notando desde hace muchos años una especie de tara para el trabajo intelectual, una falta de base (no saber por dónde empezar). Quizá esa fue una de las causas de que me centrara demasiado en mi cuarto (uñas y...).
Lo bello y deseable era siempre lo otro, lo que no estaba al alcance y, quizá por una especie de sublimación, los sentimientos, el amor, que pueden sentir todos sin ser ricos por ejemplo o poderosos. Así se creaba la idea de que uno podía ser igual que los demás o incluso mejor, o por lo menos alcanzar tanta felicidad como el más afortunado. Eso estaba en los libros de cuentos, en las enseñanzas "oficiales", en el ambiente aparente. Pero nadie creía en ello, todo el mundo procuraba subir de categoría, hacerse rico, pensando que en el fondo eso era lo que podía dar la feclicidad.
Mientras tanto, no sé por qué mecanismos (quizá por una incapacidad para la lucha o competencia) yo iba creyendo en las grandes palabras, en las novelas rosas, verdes y amarillas, e incluso cuando comprobaba que los hechos no correspondía con ellos, seguía aferrándome desesperada y tontamente a las palabras. Una vez fui a llamar a una amiga mía (tendríamos 7 años o así) a casa de otra y me cansé de llamarla por su nombre, sabiendo que estaba allí, sin que me contestara o por lo menos sin que saliera a hablarme. Yo seguía llamándola porque no podía concebir que sin habernos enfadado ni nada, ella no respondiera a su nombre y a mi voz. 
Yo creo que me mandaban matricularme y resolver yo casi todas mis cosas con el pretexto de que aprendiera a valerme por mí misma, cuando en realidad era porque ellos no podían o no se sentían capaces de hacer aquello por mí. Pero el cálculo resultó también fallido y no adquirí más que una falsa seguridad en mí misma (en los asuntos de tratos con el mundo) que enmascaraba una tremenda inseguridad y hasta temor a todo lo de la calle. Tenía muchas inhibiciones y pienso que la "vagancia" aparente era nada más que eso.
(Vamos a dejar a un lado de momento a Saturno y a todos los demás, esta es una descripción mundana).
El sexo empezó a ser importante. Creo que por algún motivo, socialmente esto era fomentado en todos los ambientes como escape de la realidad y tenía más éxito cuanto más pobre de motivaciones fuese el medio.
Me alimentaba de mí misma. Sólo él me habría horizontes fuera y por eso quería tenerlo siempre cerca de mí, pero eso no era posible y solo fue mi maestro de una manera arbitraria, esporádica, en las vacaciones, cuando no tenía nada mejor que hacer. Así y todo fue mucho lo que aprendí de él pero no de la mejor de las maneras. Él también añadía fantasías de lujo y opulencia a sus enseñanzas. Estaba en cierto modo atrapado por lo social y no podía evitarlo.
Con mi madre hubo una época (10 - 13 años?) de enfrentamientos; a mí me parecía que ella no jugbna limpio, y en cierto modo así era, pero se preocupaba por mí como sabía. Mi padre en muchas cosas era cortante, injusto, no había posibilidad de diálogo, de explicar nada. Estas mentes absurdas se decidieron "tarde mal y nunca" a tener otro hijo (todavía no comprendo bien sus motivos) y una familia que se ahogaba económicamente, con un cierto prurito de pertenecer a otra clase, se hundió cada vez más en la miseria.
Es verdad que con ese panorama, no tenía por qué haberme puesto a estudiar. ¿Se los tengo que agradecer? Quizá sí, pero muy mal, echándome siempre en cara (ya veremos qué hago yo con mis hijos) y convirtiendo los estudios en un calvario para mí y para ellos. 
Ya sé que esta versión es muy parcial pero necesito darla en estos momentos. 

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