martes, 22 de septiembre de 2015

esperando la magia

La otra noche me visitó Mondrian. Lo adopté de maestro varios meses que estuve en arresto en Santa Bárbara. Todo lo que pudiera servir de soporte lo pintaba con cuadraditos de colores. Rústica la cosa. sin la teosofica aristocracia del maestro. Ayer vino a ver cómo me iba. Le conté. Estuvimos hablando. Vio el cuadro de una serie que inicié, de soporte con marco que me dio mi hermana y me dijo que me daba otros. El cuadro lo pinté yo, con mi manos, con mis emociones, con mi obediencia humilde al color, pero quien estaba en mi mano, en mi emoción y en mi obediencia, no era yo, sino un pintor flamenco, anterior en el tiempo, no mucho, a Leonardo. Es un cuadro en el que domina la línea oblicua, y cumple con los efectos que busco en un cuadro. No una imagen fija sino varias imágenes que se suceden a la vista de un observador sensible. Como una película. Pinto el movimiento. Lo mismo si el maestro era Munch, o Picasso (inventor del movimiento real en la pintura; Leonardo quiso pero sus escenas se quedan congeladas, un fotograma que sólo avanza en la imaginación). En Picasso avanza en la realidad, las figuras no están quietas. A Nguyen seguro que le sorprendería ese cuadro. Ella dice que soy un buen pintor. Si mi maestra lo dice, usted cállese la boca. También lo dice Marcelino. Pero sin autoridad. A veces pienso que el canalla sabe que mis cuadros se van a cotizar un huevo y siempre que me coge despistado me pide que le regale uno. Si es por él, tiene una colección de chitos en la casa. 
Mi amiga... me dijo ayer que los gatos de tres colores traen buena suerte. Así estoy yo, que tengo que controlar la buena suerte, guardar sobriedad y compostura. Sin sobriedad un hombre de poder se convierte en un pelele. 
El gato Lucas, me fijo bien, tiene tres colores. Blanco de nieve no hollada. Canelo de cogollo en su momento de cosecha. Y pardo atiguerado. Gato de buena suerte. Ya me extrañaba que cambiase mi proceder con el inquilino. Dejé de insultarlo en arameo cuando me mordía. Ahora le hablo una jerga entre el hebreo y el árabe. Una cosa mixta. Difícil en la efímera realidad de los hombres, pero eterna en la cabeza de Dios. Dios nos guarde.

Viejo, estoy decidido a volver a Santa Bárbara. Unos días, ¿vale? O conecto con mi hermana, que es buena cocinera, no tanto como lo fue mi madre, o con el maestro Jabalí y contigo para transporte, o con Carmen... El caso es que tengo que llevar una comprita del súper. No sólo de colores se alimenta el alma del artista.
Nos vemos. No te olvides de la magia.

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