jueves, 29 de octubre de 2015

Cita

Mañana línea de naufragio en La Laguna. Hablé con Ignacio Gaspar. En la literatura canaria Ignacio es relevante. Su obra hace bueno no sólo que el estilo es el hombre sino que el estilo es la tierra. Si tuviésemos, en nuestra vida cotidiana, un estilo poderoso, que justificara y resucitara la idea de patria, incluso de nación, habría que buscarlo en 485 años después del años de la nana. Que Ignacio se interese por tener un cuadro mío, me llena de orgullo. Un motivo más para creer que lo que pinto no es baladí. Lo que pintamos. Hoy me siento como si el viejo Tigre y yo fuésemos un monstruo con dos cabezas. Compenetradas. Tácitamente de acuerdo en los detalles diabólicos y en camino hacia Dios, que es el saber y la salud y el amor y el único destino que vale la pena, aunque nunca lleguemos. 

Hoy pasó mi amiga por casa. Digo mi amiga como paradigma. Única. Y supe que tengo que decirle a Bacon que es hora de irse. Bacon es un gran pintor, pero es un desastre humano. No me conviene. Pero quién se atreve a decirle nada. Pintó un cardenal, o un papa --no recuerdo-- alimentándose de un cuadro de Velázquez. Yo vi ese cuadro en Madrid. Llevaba conmigo la novela El negro. Vi a Vargas Llosa. Por timidez no le di el ejemplar. Se lo mandé a Juan Cruz, cuando era editor. Con el pésimo gusto de llamar la atención como escritor. Como si nada. Hoy lamento no habérselo dado al hombre que ama a una mujer filipina. 

Mañana, Juan, hora de encuentro, seis y media. En el bar del herreño, comienzo de la calle La Rosa. Visita a la dama que vende los lienzos. Y luego subida a La Laguna. ¿Vale?

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