domingo, 15 de noviembre de 2015

curita

--Curita --me denominaría después un viejo escritor, que me llamaba para enterarse si yo le podía dejar algún ejemplar de su libro clave, uno que cuenta vidas torcidas, ningún curita en el libro.
En el libro La muerte del Chivo (Vargas Llosa) sí hay uno al que podríamos llamar curita: Balaguer, el presidente pelele. Hasta que balacearon a Leonidas Trujillo, el Generalísimo, el Benefactor de la Patria Nueva, casado con la "poeta" Prestante Dama. Las comillas es porque, según la novela, el que le hacía los poemas a la señora de Trujillo era uno del régimen que no recuerdo ahora quién era. La Prestante Dama tenía un día semanal de reuniones poéticas. Bueno, Balaguer el curita. Presidente pelele hasta que Trujillo dejó de empalmar, cuando le pararon el corazón y le destrozaron la cara. Una chapuza de atentado. El general aliado de los atentadores sí que era un pelele. Un cobarde. Balaguer mostró en cambio la inteligencia y la sangre fría de un estadista que sabe tomar decisiones. Un curita casto. Ni siquiera con niños de catecismo. Al contrario que Trujillo Molina, tíguere dominicano, que puso orden en un país destartalado pero no admitía sino adulaciones. El vasco Galíndez se la jugó. Él lo acogió y protegió y el vasco se fue a América, dizque a trabajar con los servicios secretos de EE UU, se hizo ciudadano estadounidense, y ahí el fallo. Trujillo comenzó a ser puesto en el punto de mira, y los roedores de la política internacional empezaron a vaciarle las patas del trono.
Atentado histórico.


Mientras pintábamos en Radazul, en París se paraba la fiesta. ¿A quién beneficia la ignominia política?
A Trujillo no lo benefició un pelo. Su afición a desflorar niñas era lo de menos. Seguro que el tam tam de la calle (expresión acertada del novelista) a las niñas las ponía como futuras expertas después de haber sido por el Chivo enseñadas a sufrir y amar.
Yo comí chivo en la república dominicana. Cocinero haitiano. Casa de un mallorquín. Conocí a Carrillo, que quiso adoptarme dominicano para montar en Santo Domingo el museo del pirata.
Y escribí un diario con dibujos. Tal vez lo encuentre uno de estos días y... y nada.


Después de Isa,  mujer montaña, isla entre islas, nada será igual. Todo ha cambiado. 

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