martes, 24 de noviembre de 2015

primera herida...

Fue la acción
de rodar por la escalera
en una calle
lagunera.

Pepe vuela la escalera
hasta el último escalón,
fue por pata de la silla
que en el vacío quedó.

Pero no pongamos el carro
delante de los bueyes,
empecemos el cuento
como marcan las leyes.

Estábamos con Lorena,
con tumaca con jamón,
en una grata taberna
de plaza La Concepción.

El vino y la hierbabuena
nos llevó a equivocación
de entrar en la casa ajena
de un musulmán hablador.

Ha creído el mahometano
que nos manda el buen sultán
con la esclava Bellamar
a gozar desde temprano.

¿No son ustedes, señores,
Abdalah de la Tierra
y Abdalah del Mar?
¿y Bellamar no es ella?

No, amigo, le decimos;
ella se llama Lorena,
una modelo buena
pero cristiano racimo,
y nosotros Pepe y Chito
artistas a domicilio.

La casa de los artistas
era en la puerta arriba.
Subimos las escaleras
y cerca las papas fritas
nos sentamos con Lorena.

Un gran artista barbudo
se nos puso cojonudo
y habló de no tocar
aunque lo pinten desnudo.

Más ignorero se tuvo
cuando peroró de envidias,
no sabía aquel artista
el color de la judía.

Respondíale el Pepe
y el barbudo enfurecía,
en las barbas retorcía
su no saber más que Lepe.

El Pepe le respondía
cuando a avisar vinieron
que a cuscús nos invitaba
el no artista sarraceno.

¿Se nos abrieron los cielos?
Lo que se abrió fue el vacío.
Menos mal que Lorena,
es más que mar,
fresca agua del río.

Por calles de La laguna
gotitas de lluvia fina
caían sobre la brecha,
surco de cuatro puntos.

Salvó Pepe la existencia
porque la diosa Fortuna
quiere que pinte la Luna
con sabia de su cabeza.




No hay comentarios: