domingo, 11 de junio de 2017

santidad

En poema malo
hay verso valioso.
En soldado de plomo
hay corazón de oro.
En hombre galante
se esconde un tunante.
En mujer loba
hay oveja mansa.


Bueno, Pepe. Hoy me levanté matemático. Entre lo que Elena me dijo el otro dia:
--Ay don Jesús, no puedes con tus huesos y vas a poder con una mujer.
(sí, eso dijo y me dejó pensando en la combinación del don y el tuteo, supongo un paso del respeto al carino. Sí, hay respeto y hay cariño en nuestra relación. Y la crítica que hizo de mis cuadros me ha hecho cambiar, comprendo mejor a Nguyen. El arte que quiso enseñarme. Limpio y puro. Escoger entre lo que nos rodea lo esencial, lo bello.
El otro día mi hermana me trajo un cuadro que tenía en su casa, para tunearlo. El tuning está bién en equipo. Yo prefiero ahora el lienzo en blanco. Pero algo hay que hacer con ese cuadro. Es un montón de rosas. Mi idea es dejar sólo una, pintarla de azul y el resto fondo azul. Azul sobre azul.)

Entre la observación de Elena y la del comandante, no tengo dudas de que hay que echar a la hoguera de san Juan el libro del buen amor, el collar de la paloma y el romance de Gerineldo. A ver si recupero el laud de Berceo y hago vidas de santos. A mí me gustaban las vidas de santos cuando leía colorines, eso hasta que descubrí la pornografía y me interesó más el arte pornográfico. Hoy es al revés. La pornografía es arte vacío. Tedioso y oscuro. Más interesante es la santidad, el estado superior del hombre según un filósofo alemán. El yo no está al servicio del individuo sino de la especie.  El santo se ha liberado de la voluntad de vivir, del juego político y de la pasión amorosa.

Una vez leí la historia del santo bebedor. Conmovedora. Me imagino yo en el papel y me hubiera gastado el dinero. El hombre de la novela es santo porque su palabra está por encima de sus ganas de beber. Prometió llevar el dinero a una iglesia lejos de París y lo llevó.
Te dejo, voy a poner un caldero al fuego. Nos vemos.

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