sábado, 8 de julio de 2017

la palmera

Pepe

quitaron la palmera del jardín enfrente de  la casa. Ahora el pedacito de tierra tiene más claridad. La palmera era un peligro, alta como un  gigante, a veces caía una palma como una lanza contra el suelo. Días de viento, palmas sueltas. Podía matar a alguien. Ahora  me entero, me lo dijo el vecino Nicolás en Ibrahím, que una sanadora del barrio recogía los frutos de esa palmera para curar las almorranas.

--Ya no hay palmera, ya no se posan las palomas a cagar. ¿No viste cómo tenían cagado el banco?

El banco sí lo he visto pintado con cagadas de paloma, pero no sabía que los millares de pepitas que cubrían la tierra podían curar las almorranas. En fin, un jardinero intrépido se subió a lo alto y fue cortando y cortando y ya no hay palmera. Sólo quedan las raíces y el tronco a ras de tierra. Más luz.

Más luz también tiene el cuadro que he estado recomponiendo. Como no tengo ahora tela virgen, tuneo la propia obra, Pepe. La tendencia de ahora, convertirlo todo en paisaje, sin más seres vivos que la floresta y los animales nobles. Este cuadro me jode trabajarlo porque tiene figuras humanas, feas todas. Mucha pasta tiene el cuadro ya como para convertir las figuras humanas en hojas de árboles. Ahora le voy a poner amarillo. Trabajo a ciegas, Pepe. El instinto, seguro de sí mismo en su infinita ignorancia, ha dado paso a la intuición. El brillo de Intuición es la única luz que me guía en este desierto de ausencia casi total de conocimiento inteligente o instintivo. A ver dónde llego. Dónde llagamos, Pepe. Este camino hay que andarlo con tiento.

La rosa azul está en reposo. Rai intervino, con delicadeza, con cuidado. Puso un poco de verde en una hoja. Mi hermana también en otra hoja. La rosa tiene ahora tres pétalos que parecen más blancos que azules. Seguro que te están esperando, con azul turquesa...

La mesura se impone. La luz que me guía no viene a verme pero la siento brillar. Y no ahí fuera, en el mundo, sino en mí por dentro. Esa luz me alimenta y me da calor. Misterios suceden.

Pepe, sí, estamos otra vez en la carretera.


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